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Con motivo de las Jornadas del Patrimonio, Philippe Fenwick expone la correspondencia entre alumnos de primaria y residentes de la residencia de ancianos vecina. La oportunidad de rehabilitar el objeto entre los más jóvenes, en la era de lo totalmente digital.
Ritual de vacaciones de verano, ¿ha pasado la época de la postal? ¿Condenada por el teléfono, el correo electrónico, WhatsApp y, sobre todo, Instagram, una especie de gigantesco Correo virtual en el que se intercambian unos 100 millones de fotos cada día? Aparecida alrededor de 1870, esta pieza de cartón era, sin embargo, un producto de masas, que tuvo su momento de gloria durante la Belle Epoque con la burguesía europea (800 millones de ejemplares fabricados en 1914, solo en Francia) antes de democratizarse con la llegada de las vacaciones pagadas. Por desgracia, con la vertiginosa caída del correo, que ahora representa solo el 16% de la actividad de Correos y ha cavado un agujero de 6.000 millones de euros en su facturación en diez años, esta “lugar donde el cielo siempre es azul”, como lo resume el sociólogo Renaud Epstein, gran amante de las postales de la ZUP, que rastrea su historia en Nuestros lugares comunes (1), parece destinada a convertirse en una pieza de colección que se saca de la naftalina para una “feria de postales y papeles antiguos”, como la que se celebra en París en junio.
Pero eso sin tener en cuenta la energía de Philippe Fenwick, un artista ecléctico que tuvo la idea de volver a poner en circulación el rectángulo de cartón para usarlo como soporte de un planteamiento destinado a unir generaciones y reconciliar a los más jóvenes con esta práctica.