LA TRIBUNE – ION-X llega a un mercado que ya está muy ocupado con muchas empresas, startups y pymes, pero también grandes grupos como Safran. ¿Cómo te destacas de ellos?
Tomás Hiriart: Nuestra tecnología se basa en la propulsión iónica lo que reúne muchas ventajas. El primero radica en su compacidad, es decir la capacidad de miniaturizar el propulsor de satélites que pesen entre 10 y 150 kilos. El segundo punto importante es su eficacia. Hoy en día satisfacemos las necesidades de un satélite de 50 kilos durante una vida útil de varios años, con sólo unos cientos de mililitros de combustible. La tercera ventaja proviene del propio combustible: es un líquido iónico, es una sal soluble producida en Francia y no es tóxica. Y finalmente, podemos entregar nuestro motor con tiempos de implementación y costos de producción compatibles con las necesidades de pequeñas constelaciones. Todas estas características hacen que nuestra tecnología sea realmente diferente a lo existente en el mercado y satisfaga las necesidades del cliente.
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