La Contrarreforma no fue sólo un trastorno teológico, intelectual y político, realmente moldea el gusto y la sensibilidad de una élite deseosa, a través del arte musical, de actuar en la sociedad y el mundo. » concluye Jorge Morales, a quien le agradecemos esta edición. Cualquier aficionado a la música barroca se habrá dado cuenta de la frecuencia con la que aparecen los nombres de cardenales en este repertorio, tanto profano como sagrado, sin saber ni explicar con precisión su papel. Las veintidós aportaciones aquí planteadas y recogidas responden precisamente a nuestras preguntas y a la diversidad de personalidades y situaciones. Iniciado el proyecto de investigación hace unos cuarenta años, se está dando una nueva mirada a un campo hasta ahora abordado a través de monografías fragmentarias.
. Allí nos topamos con un sinfín de músicos, tanto conocidos (Willaert, Marenzio… Melani, Campra) como desconocidos, pero igualmente imprescindibles. Viajamos en el tiempo –tres siglos– y también en el espacio (Roma, Nápoles, Florencia, Mantua, Palermo… Francia también). Las grandes familias están omnipresentes: los Barberini (con Kapsberger y otros), los Bardi, los Este, los Medici, los Ottoboni (incluido Pietro para Alessandro Scarlatti), el cardenal Gesualdo (el tío protector), pero también cardenales menos conocidos, cuya influencia fue apenas menos.
Extraordinariamente documentada (a partir de archivos, monografías, correspondencia, testamentos), la obra es erudita, lo que no debería desanimar al lector curioso, ya que su riqueza es increíble, a través de comunicaciones cuidadosamente ordenadas. Como corresponde a este tipo de publicaciones, éstas se reproducen en su idioma original, francés, italiano, español e inglés (al final del libro aparece un resumen en francés de las comunicaciones). Cuatro partes, donde se agrupan coherentemente los artículos: la primera nos introduce en el mundo cardenalicio y sus evoluciones, las dos siguientes nos llevan desde principios del siglo XVI hasta finales del XVIII, finalmente la cuarta se centra en las mediaciones y experiencias musicales.
Desde el acceso a la función –a menudo muy joven– hasta el funcionamiento de la Curia, seguimos a tal o cual cardenal, también en su actividad patricia, pastoral, familiar y diplomática, poniendo el énfasis en su relación con la música y los músicos. La galería es rica en personalidades. La gran mayoría de los prelados son ultramontanos y participan en la influencia política y financiera de las grandes familias. Los cardenales no romanos difieren frecuentemente del modelo melómano de la Urbs; no menos dignos de interés son los del mundo francés, germánico e hispánico. Se analiza detenidamente su presencia en Roma como entre su rebaño, en el feudo familiar, ligada a su doble pertenencia al siglo y a la Curia. Los retratos son ricos y bien documentados de los cardenales del Renacimiento, de su forma de vida, antes y después del Concilio de Trento, que disminuirá su poder.
Los patios, los palacios cardenales, las capillas, centros de creación y difusión musical participan de la ostentosa magnificencia de los prelados. Se ilustran con precisión la formación de las capillas musicales, su funcionamiento, la condición de los músicos, la influencia de los cardenales en el desarrollo de sus carreras.
Además de las piezas sagradas, ocupan un lugar muy importante las misas, motetes, oratorios, formas profanas, villanelles, madrigales, interludios, balli y cantatas. Varias obras son objeto de un análisis detallado. Las últimas comunicaciones nos permiten descubrir la diversidad de hábitos y costumbres, prácticas musicales, pero también la circulación de la innovación gracias a la emulación y a los numerosos viajes de los intérpretes. Francia no se queda fuera, y recordaremos a César d’Estrée, embajador de Luis XIV en Roma, cuyo papel musical merece ser más conocido (Alessandro Melani, André Campra). No hay comunicación sin interés. No los enumeraremos. Pero vale la pena recordar muchos, como el de Marco Bizzarini, relacionado con el mecenazgo cardenalicio y el madrigal romano en la época de Marenzio. Así, el siguiente se centró en las mujeres músicas de Roma alrededor de 1600 (Alexandra Ziane), deberíamos citar más.
Como corresponde a este tipo de publicaciones, el aparato crítico es rico y un valioso índice de nombres facilita la investigación. El epílogo, firmado por Olivier Poncet, amplía las perspectivas y las cuestiones relativas a la contribución de los cardenales a la innovación musical
(*) Prolonge un livre pionnier (Frédrique Lemerle, Yves Pawels, Gennaro Toscano, dir. Les cardinaux de la Renaissance et la modernité artistique, Lille, IRHIS-CEGES, 2009).
La lectura de la obra es, por supuesto, imprescindible para todos los intérpretes de música barroca, pero también para los aficionados, que la convertirán en su miel.
-