Cuatro científicos advirtieron sobre el desastre ambiental en 1973.
Todo está ahí, pero nada funciona. En 1972, cuatro jóvenes investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts publicaron un informe titulado “Los límites del crecimiento”. Fue encargado por capitalistas socialdemócratas. La observación es clara: el modelo occidental, basado en el crecimiento, nos está llevando directamente hacia la pared. No podemos explotar algo finito infinitamente. Debemos frenar el crecimiento demográfico e industrial para evitar que el mundo colapse durante el siglo XXI. El informe se transforma en un libro. Tuvo un impacto inmenso, antes de caer en la indiferencia. Hace un boom y luego un chapoteo. En “Cabin”, el novelista Abel Quentin cambia el lugar de la investigación, el nombre del informe y la identidad de los científicos para contar una historia de agotamiento ecológico y psicológico. Estamos en Berkeley, en 1973. Seguimos el destino de los cuatro científicos. No se recuperarán. ¿Cómo vivir después de ver el crimen y no ser creído?
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En “Cabin”, ¿quiénes son los cuatro investigadores? Una pareja estadounidense (Mildred y Eugene Dundee), un francés (Paul Quérillot), un noruego (Johannes Gudsonn). Cada uno reaccionará a su manera ante el éxito o el fracaso de su informe sobre el futuro del mundo en el siglo XXI. Al principio, estaban convencidos de que sus hallazgos transformarían los estilos de vida. Pasarán de la ilusión a la desilusión. Una pareja estadounidense de Dundee se convierte en activista contra el crecimiento y se traslada a la cría de cerdos en Utah; el francés Paul Quérillot se vendió a la industria petrolera, antes de crear su propia empresa de consultoría y convertirse en multimillonario; el noruego Johannes Gudsonn desaparece para elegir el camino del radicalismo ecológico. Cada uno tiene su propia manera de escapar de la depresión: continuación, traición, explosión. Un joven periodista francés es el encargado de investigar, con motivo del 50 aniversario del reportaje, qué fue de ellos.
El hombre no tiene la capacidad de imaginar la naturaleza radical del colapso.
El autor de “Voyant d’Étampes” (2021) ha escrito una novela política sobre la negación colectiva. La realidad está ahí, ante nuestros ojos, imposible de ignorar. La Tierra tiene una superficie limitada, con recursos limitados. Pero seguimos actuando como si nada hubiera pasado por comodidad, por costumbre, por estupidez. La explicación: el hombre tiene la capacidad de imaginar el empeoramiento o la mejora de una situación, pero no la radicalidad del colapso. En “Cabane”, Abel Quentin se mantiene del lado de la literatura. Relata los resentimientos y celos entre los distintos académicos; crea el personaje de un científico al borde de la locura que puede ser interpretado de diferentes maneras; tiene un estilo irónico y mordaz. Muestra cómo la tragedia une y luego separa a los seres humanos. El multimillonario, el monje-soldado de las matemáticas, la pareja de activistas. Cada uno tiene sus zonas grises.
El informe no cambiará los hábitos humanos, pero pondrá patas arriba la vida de los cuatro científicos. Experimentaron miedo y ansiedad. Decir la verdad y no ser escuchado. Desde 1970 hasta la actualidad, Abel Quentin se esfuerza por seguir uno y otro. El demasiado rígido Johannes Gudsonn; el demasiado flexible Paul Quérillot. El reportaje del periodista francés se centrará finalmente en la misteriosa figura del ex matemático noruego. Un loco, un visionario, un puro. ¿Qué le pasó? Seguimos sus pasos en todo el mundo. De un redil en Drôme a una cabaña en una isla de Noruega. En este fresco ecológico y político, el escritor se pregunta sobre los humanos: ¿en qué momento nos perdemos?
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