Donald Trump vivió un momento de remoto malestar el viernes 10 de enero. Asistió desde Mar-a-Lago, Florida, vía videoconferencia, a la audiencia celebrada en el Tribunal Penal de Manhattan, Nueva York, donde el juez Juan Merchán confirmó su condena. Por tanto, el presidente electo de los Estados Unidos es también un delincuente habitual. Sin embargo, no se impusieron penas de prisión, restricciones ni multas. Es una condena simbólica que apenas empaña la euforia del momento, diez días antes de la toma de posesión que marcará su regreso a la Casa Blanca. Si Donald Trump está furioso al ver así empañado su historial, la justicia registra una victoria pírrica, demasiado tardía, amputada y difícil de leer para el gran público.
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El 30 de mayo de 2024, Donald Trump fue declarado culpable por un jurado popular de 34 cargos de “falsificación de documentos contables”. En el meollo de la cuestión: los pagos realizados a la ex actriz porno Stormy Daniels para mantenerla en silencio en el período previo a las elecciones presidenciales de 2016 sobre su relación con el empresario, diez años antes. La sentencia iba a ser pronunciada por el juez Merchan el 11 de julio, unos días antes del inicio de la convención republicana en Milwaukee, Wisconsin. Pero se produjeron varios aplazamientos, debido a la decisión del Tribunal Supremo sobre la inmunidad presidencial reclamada por Donald Trump, y luego a la propia votación.
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