(Blacksburg) En un valle verde, detrás de una valla alta, David Ayares y sus equipos crían cerdos genéticamente modificados para vender algún día (por hasta un millón de dólares) sus órganos a pacientes humanos que los necesiten.
Publicado a las 9:16 a.m.
Ulysse BELLIER
Agencia France-Presse
La investigación sobre xenoinjertos (trasplantes de animales a humanos) está avanzando muy rápidamente en Estados Unidos. Y fue uno de los cerdos de esta granja laboratorio, situada en las montañas del este del país, el que proporcionó en noviembre el riñón trasplantado a la paciente Towana Looney durante una operación anunciada el martes, un nuevo ensayo tras varias primicias mundiales.
“Estos no son cerdos de granja cualquiera”, señala David Ayares, jefe de la empresa Revivicor, en su pocilga desinfectada. “Se han gastado millones de dólares” para conseguir este genoma modificado y evitar el rechazo del cuerpo humano, explica a la AFP este hombre alto, con lechones rosados en brazos.
Desde hace más de 20 años, su empresa lleva a cabo investigaciones en Blacksburg, Virginia, para sacar los xenotrasplantes de la ciencia ficción y demostrar que trasplantar riñones (o corazones) de cerdo en lugar de órganos humanos no sólo es posible, sino que incluso sería la solución. para responder a una inmensa escasez.
Sólo en Estados Unidos, más de 100.000 personas esperan donaciones y 17 de ellas mueren cada día sin poder beneficiarse de un órgano, la mayoría de las veces un riñón, según las autoridades sanitarias.
Pipeta
Para responder a esta pregunta, varios cirujanos estadounidenses han trasplantado desde 2021 riñones y corazones de cerdos genéticamente modificados a humanos. Los primeros ensayos se llevaron a cabo con personas con muerte cerebral, antes de que un puñado de pacientes gravemente enfermos se beneficiaran.
Murieron uno o dos meses después de la operación, pero los órganos no fueron rechazados inmediatamente por el receptor, un éxito que abre el camino a los estudios clínicos.
Aparte de al menos un trasplante realizado por la empresa eGenesis, la mayoría de los órganos procedían de la granja experimental Revivicor.
Cerca de allí, en una sala de laboratorio a oscuras, Todd Vaught, director de biología celular de Revivicor, mira fijamente el microscopio. Con una pipeta manipula ovocitos de cerdas no transgénicas recogidos en el matadero.
El objetivo de hoy: eliminar su material genético y luego sustituirlo por una célula clonada “que tenga todas las instrucciones necesarias para crear un cerdo genéticamente modificado”, explica Todd Vaught.
Unas horas más tarde, estas células se insertan en el útero de las cerdas sustitutas que darán a luz cuatro meses después a una camada de lechones con ADN editado.
La primera línea de cerdos desarrollada por Revivicor lleva solo una edición genómica. Esto permite inactivar la producción porcina de una sustancia que provoca el rechazo inmediato del órgano trasplantado en el ser humano.
El segundo consiste en diez genes modificados, seis de los cuales proceden del ADN humano para mejorar la compatibilidad biológica.
Órganos “cosechados”
Es con esta segunda línea de cerdos que United Therapeutics (UT), la empresa matriz de Revivicor, está pensando en grande.
Esta empresa que cotiza en bolsa abrió en marzo una “fábrica farmacéutica que funciona con cerdos”, en palabras del portavoz Dewey Steadman. Insiste en medidas sanitarias draconianas destinadas a evitar cualquier infección en los 200 animales criados aquí.
Al final de un pasillo blanco, un quirófano flamante. “La carne de cerdo vendrá aquí”, dijo Dewey Steadman a la AFP. “Los órganos serán extraídos” y transportados urgentemente “al cirujano y al paciente receptor”, como en un trasplante de persona a persona.
El resto del cerdo sacrificado, que se considere inutilizable, será desechado.
El objetivo de la empresa es iniciar en 2025 un estudio clínico en pacientes con trasplantes de riñón extraídos de estos cerdos, para una posible comercialización a partir de 2029 si la agencia estadounidense del medicamento, la FDA, da su visto bueno.
Anticipando ya una autorización, Revivicor/UT proyecta una verdadera industrialización, con la construcción de granjas industriales que costarán entre mil y dos mil millones de dólares por unidad, diez veces más que la que acaba de terminar cerca de Blacksburg.
Una apuesta que podría dar grandes frutos: UT está considerando un precio de venta de alrededor de 1 millón de dólares por riñón, lo que se aproxima al coste de diez años de diálisis en Estados Unidos, según Dewey Steadman.
Un “modelo” que cuestiona la socióloga francesa Catherine Remy, autora de “Hybrids”, un libro reciente sobre el tema.
Plantea a la AFP la paradoja entre la “proximidad” hombre-animal que implica la transferencia de órganos de uno a otro y esta “industrialización” estadounidense “basada en una percepción del donante animal como un “stock de repuestos”, un cultivo en batería “objetivar” al ser vivo que, sin embargo, proporciona un riñón o un corazón al hombre.
Pero en su laboratorio, David Ayares arrasa con esta cuestión ética. “Creo que un cerdo utilizado por sus órganos para xenoinjertos es una vocación mucho más noble” que acabar en trozos de carne, afirma.