Los daños causados por el ciclón Chido en Mayotte ponen de relieve la vulnerabilidad de muchas viviendas en este pequeño y muy pobre archipiélago francés del Océano Índico, donde alrededor de un tercio de la población vive en viviendas precarias, que han quedado completamente destruidas.
Las imágenes de satélite publicadas por la empresa estadounidense Maxar Technologies muestran la magnitud del desastre. “Todos los barrios de chabolas están en ruinas, lo que sugiere un número considerable de víctimas”, comentó el lunes una fuente cercana a las autoridades francesas, que teme “varios centenares” de muertes, tal vez “algunos miles”.
Según los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística y Estudios de Francia (que datan de 2017), cuatro de cada diez viviendas en Mayotte son de chapa y tres de cada diez no tienen agua corriente. “Es madera, chapa sobre colinas de tierra. Te imaginas el viento que sopla y la lluvia provoca deslizamientos de tierra”, afirma el director de emergencias y operaciones de la Cruz Roja Francesa, Florent Vallée.
Estas viviendas precarias no son nuevas en Mayotte. “Hasta finales de los años 70, la mayoría de las viviendas se construían con materiales vegetales”, recuerda Mégane Aussedat, estudiante de doctorado en sociología y autora de varios trabajos sobre los barrios informales mahorais.
Pero a pesar de la política de reducción de la vivienda precaria implementada durante este período, “el acceso al suelo es difícil”, asegura. Por un lado, el número de viviendas disponibles sigue siendo demasiado bajo para hacer frente al crecimiento demográfico del archipiélago y a los distintos flujos migratorios que lo afectan. Y siguen siendo “extremadamente caros” para una población cuya renta media era de 260 euros al mes en 2018.
Desde 2018, una ley permite a los prefectos de Mayotte y Guyana ordenar la demolición de barrios con viviendas precarias, siempre que ofrezcan una solución de alojamiento, incluso temporal.
En el plano sanitario, la situación ya era compleja, en particular por las dificultades de acceso al agua: en la primavera de 2024, una epidemia de cólera que se había extendido a varias barriadas de chabolas dejó siete muertos. Jean-François Corty, presidente de la ONG Médicos del Mundo, teme un resurgimiento de este tipo de epidemia debido al “complicado acceso crónico al agua” tras el paso del ciclón.