Encaramado en el tejado de un edificio cuya barandilla fue arrancada por un proyectil, Kamaleddine Al-Nour contempla las columnas de humo negro que se elevan hacia el cielo, sobre los suburbios del norte de Jartum. Allí, en el distrito de Bahri donde nació, se libran enfrentamientos entre soldados de las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS), con quienes El mundo obtuvo permiso para viajar al país –y los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). El control de la capital sudanesa está en juego. Con el sol poniente, los misiles caen sobre los edificios, desdibujando el horizonte con una nube oscura.
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Hace tres años, en las barricadas levantadas en las calles de Bahri, este joven revolucionario prendió fuego a neumáticos para protestar contra el golpe liderado conjuntamente por los generales Abdel Fattah Abdelrahman Al-Bourhane y Mohammed Hamdan Daglo, conocido como “Hemetti”, el Octubre 25, 2021. Al derrocar al gobierno civil, los dos oficiales, todavía aliados, habían puesto fin a la transición democrática iniciada tras la revolución de 2019 contra el régimen militar-islamista de Omar Al-Bashir.
Momentos después de anunciarse el golpe, se anunció una huelga general en las fábricas y se alentó la desobediencia civil desde los minaretes de las mezquitas. Todas las generaciones juntas, cientos de miles de sudaneses salieron a las calles del país cada semana para bloquear el camino a un nuevo régimen militar. Al frente de la procesión, Kamaleddine Al-Nour y su familia, el viejo (literalmente “enojados”, en árabe), formaron la punta de lanza de las manifestaciones.
Enmascarados, armados con escudos de chapa y cascos de construcción, se enfrentaron con piedras a los soldados de la junta, que dispararon munición real contra la multitud. Tres años después, el viejo Tienen el pelo muy corto, visten uniformes de color caqui y deambulan por las líneas del frente de la capital sudanesa, con una ametralladora al hombro. Desde el inicio de la guerra entre las FAS de Al-Bourhane y las RSF de “Hemetti”, el 15 de abril de 2023, han elegido su bando. Están luchando junto al ejército sudanés.
“Hoy nos enfrentamos a una guerra existencial. Las RSF ponen en peligro la unidad de Sudán. La guerra corre el riesgo de desintegrar nuestra sociedad y todo lo que apreciamos. Entonces tomamos las armas”justifica Kamaleddine Al-Nour, que se unió a los campos de entrenamiento de la FAS hace unos meses. “En manifestaciones o en el campo de batalla, llevamos mucho tiempo derramando nuestra sangre por el país. Defendemos a nuestro pueblo. De esta manera, la guerra es la continuación de la revolución.dice.
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