Que dificil es perdonar

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La columna de Rosette Poletti

¡Qué difícil es perdonar!

Cada semana, la terapeuta y columnista de “Matin Dimanche”, Rosette Poletti, responde a sus pequeñas y grandes preguntas existenciales.

Crónico

Rosetas de poletti

Publicado hoy a las 9:36 am.

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“Mi padre “se escapó” cuando yo tenía 4 años. Desapareció en su país de origen y nunca volví a saber de él, ni tampoco mi madre. Soy padre a mi vez y aprecio aún más lo que no tuve a nivel emocional, material e intelectual. ¿Cómo puedes dejar a tu hijo y no volver a intentar averiguar qué le pasó? Creo que soy capaz de dejar ir y perdonar en general, pero para mi “padre”, debería decir mi progenitor, ¡no puedo hacerlo, estoy tan enojada con él!

Deja tu carga

El perdón no es, ante todo, un acto moral, aunque es un mandato ampliamente dado por las religiones. ¡Se trata de hacer el bien por ti mismo! Muchos autores familiarizados con las investigaciones sobre el perdón destacan la importancia de poder “soltar el peso del resentimiento”, encontrar la serenidad y la libertad interior. Uno de ellos (no recuerdo su nombre) describió el resentimiento así: permanecer resentido, condenar sin perdonar era como tomar veneno para ratas y esperar matar a la rata.

No se trata de aprobar, minimizar, aceptar lo que no es aceptable, sino de responsabilizarse de la propia vida, de ponerse en condiciones de no bloquear más el amor que se quisiera dar y recibir.

Para la terapeuta Eve Hogan, asumir la responsabilidad de la propia vida es la puerta mágica que permite escapar de la situación de víctima y recuperar el poder sobre lo que nos afecta.

¿Cómo lograr esto?

En primer lugar, se trata de examinar la manera en que respondimos a la ofensa. Por supuesto, a los 4 años experimentamos carencia, no podemos explicar las situaciones pero, entonces, todo depende de la historia que nos hemos contado. ¿Hemos agregado aspectos que hacen aún más dolorosa la ofensiva? Como: “Este padre nunca me amó, no estaba interesado en él” o, peor aún, mezclado con la culpa: “No pude detenerlo”.

Nuestra naturaleza humana nos lleva muchas veces a distorsionar la realidad y complicar una situación interpretándola negativamente. Y, finalmente, reaccionando más ante la historia que nos contamos que ante la realidad.

A continuación, en el caso de nuestro corresponsal, cabe explorar los motivos que llevaron al “delincuente”, el padre, a irse. Si la madre aún vive, es importante hacerle preguntas y, si esto no es posible, encontrar otras personas que puedan hablar de este padre ausente. Una cierta comprensión de los acontecimientos, del carácter de este hombre, de su vida, puede posibilitar el acceso a la compasión, a la mirada bondadosa que promueve el camino hacia el perdón. Esta información no será una disculpa, sino quizás la posibilidad de entender que las acciones de este hombre fueron dictadas por otros hechos y que pudo haber sufrido por no tener más contacto con su pequeño.

Esta exploración puede llevar tiempo, puede resultar desestabilizadora en determinados momentos. Pero cuando el resentimiento se transforma lentamente en benevolencia o compasión, nace un sentimiento de libertad y ligereza que nos permite vivir mejor.

En este punto, dice Eve Hogan, podemos ir aún más lejos y explorar lo que, tal vez, fue positivo en la situación vivida: “Mi padre estaba ausente, me faltaba seguridad pero aprendí a confiar en mí misma, a hacerme cargo de mí misma, lo cual me permite tener grandes responsabilidades profesionales.” O también: “No podía contar con mi padre, pero mi entrenador de baloncesto me enseñó valores importantes con tanta amabilidad que desempeñó el papel de padre durante mi adolescencia”.

Perdonarte a ti mismo

La verdadera libertad se construye mucho más sobre la compasión y la estima que tenemos por nosotros mismos que sobre los acontecimientos externos. Aún más difícil que perdonar a los demás, es muy difícil perdonarse a uno mismo. Incluso si no podemos ver dónde participamos nosotros mismos en lo que sucedió, podemos sentirnos culpables. Nuestra sociedad tiende a devaluar a las “víctimas” que llevan consigo lo que Tara Brach llama el “trance de la devaluación”, esta tendencia a creerse siempre culpable de algo, según falsas creencias vinculadas a la noción del pecado original.

Al leer lo anterior, uno puede decirse a sí mismo: “¡Esto es imposible para mí!” Sin embargo, el deseo de perdonar gana al convertirse en decisión: “A partir de hoy me propongo no cargar más con el peso de este rencor, de este no perdón. ¡(Re)encontraré esta serenidad interior que me permitirá dar y recibir amor con un corazón tranquilo, sin juicios, sin tensiones, sin ira ni historias negativas!

“¡Perdonar es cubrir nuestras heridas con amor!”, Zohra Aaffane.

A usted, querido corresponsal, y a cada uno de ustedes, Amigos Lectores, les deseo una semana maravillosa.

Leer: “De la herida al perdón”, Línea Desmarais Letendre (Médiaspaul); “El poder curativo del perdón”, Dr Gerald Jampolsky (Guy Trédaniel); “Curarse a sí mismo mediante el perdón”, Bernard Chaumeil (Dauphin).

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