lun 16mi La Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad, más conocida como COP16, debía finalizar el fin de semana del 2 y 3 de noviembre en Cali (Colombia), y aquí apostamos a que las decisiones que no contribuirán en nada , al igual que los anteriores, para frenar el ritmo del colapso de la biodiversidad.
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La razón es sencilla. A diferencia de la cuestión climática, las clases dominantes no entienden la crisis de la biodiversidad como un riesgo importante. Las COP se suceden, fijan objetivos cuya función principal es anunciar más que perseguir y evolucionan en una especie de realidad paralela.
En el mundo real, el que se desarrolla en las asambleas parlamentarias, en los gobiernos y en los consejos de administración de las grandes empresas, la cuestión de la biodiversidad sigue siendo una pura abstracción sin interés, sin consecuencias sobre la prosperidad de las naciones, el poder de compra, etc.
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Porque cuando los sistemas productivos encuentran límites, estos siempre se interpretan como límites técnicos. La caída de la producción en el sector primario, por ejemplo, nunca se aborda espontáneamente como un signo de falta de fuerza en el ecosistema, sino como un obstáculo al uso de una tecnología o como un simple desafío técnico que hay que afrontar. , ya sea a través de la próxima sustancia activa, el próximo OGM, el uso de inteligencia artificial o una megacuenca.
Este sesgo cultural, muy extendido en el seno del aparato estatal, nos ciega ante los efectos de la destrucción de la vida.
Deterioro gradual
Un ejemplo reciente, comentado hace dos semanas en estas mismas columnas, lo ofrece Annie Genevard, Ministra de Agricultura, en relación con las cerezas. Todo el mundo se ha dado cuenta de que hay menos cerezas en los puestos, que su precio es prohibitivo, que el tiempo de las cerezas parece haber terminado. ¿La explicación? “Hemos prohibido en Francia tratar los cerezosdijo m.a mí Genevard en el canal CNews a mediados de octubre. Lo prohibimos, nos divertimos. Ahora ya casi no comemos cerezas francesas. »
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El séquito de Ma mí Genevard tuvo algunas dificultades para validar a posteriori la validez de esta declaración, pero una cosa parecía segura: lo que estaba en juego era la prohibición de un pesticida, no podía ser otra cosa. Y si no era fosmet (prohibido en 2022), entonces tenía que ser dimetoato (prohibido en 2015).
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