Japón y China se miran mutuamente… ¡peligrosamente!

Japón y China se miran mutuamente… ¡peligrosamente!
Japón y China se miran mutuamente… ¡peligrosamente!
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Si bien los inversores tienen los ojos puestos en Estados Unidos, la evolución de las relaciones entre Japón y China podría tener importantes implicaciones financieras.

China está cuestionando, incluso preocupada. Después de los temores geopolíticos, es la economía la que suscita miedo: mala gestión de la pandemia, demografía, sector inmobiliario, reticencias crecientes de los hogares, incluso deflación… Esta confluencia de graves problemas avergüenza a una potencia que se refugia en un autoritarismo creciente. Algunos temen que este contexto nocivo empuje a Xi a huir precipitadamente (Taiwán, etc.). En el mismo continente, el otro gigante, Japón, está saliendo de una tranquilidad que dura décadas. El destino de los dos países, “enemigos” estratégicos y competidores económicos y financieros, está estrechamente vinculado. Mientras China intenta retrasarlo, Japón se está moviendo y está iniciando un cambio importante en su política económica. El mejoramiento de las relaciones con Corea del Sur en 2023 es otro símbolo visible de este despertar. Esta nueva dinámica japonesa añade una fuente de incertidumbre para China. El conflicto chino-estadounidense, que actualmente es sólo una guerra comercial y tecnológica, ya representa una gran amenaza para la política interna de China.

Japón: entre dilemas económicos y respuestas políticas

Durante varias décadas, Japón ha sido el laboratorio de los países occidentales ricos: envejecimiento de la población, caída de la productividad, implementación de una política económica extravagante y dificultad para implementar reformas estructurales. En 2013, el Primer Ministro Abe, en coordinación con el Banco de Japón (BoJ), fijó el objetivo de volver a una tasa de inflación (media) del 2% y posteriormente lanzó una política de flexibilización cuantitativa y cualitativa (QQE). Luego la tasa de inflación volvió a ser positiva, el yen se depreció marcadamente, los precios de las acciones subieron y la situación de las empresas mejoró. Mejor aún, habíamos visto una caída virtuosa del desempleo.

El camino que le queda por delante está plagado de obstáculos para Japón. La caída de su moneda, unida a la lenta caída de los tipos de interés a largo plazo, así lo atestiguan.

Pero la Abenomics ha llegado a su fin y las principales fuerzas opositoras han recuperado terreno rápidamente. En los últimos años, dos shocks externos, la pandemia y la geopolítica, han alterado repentinamente el contexto económico. En particular, la inflación alcanzó el 4%, una tasa muy alta para los estándares japoneses. La respuesta de los tomadores de decisiones japoneses, lenta y gradual, fue no obstante espectacular: decidieron cambiar. La primera etapa de la normalización de la política monetaria en Japón se desarrolló sin problemas, sin reacciones negativas de los mercados ni una depreciación demasiado fuerte del tipo de cambio. Pero el verdadero detonante probablemente se produjo a principios de año, cuando la temporada de aumentos salariales dio lugar a aumentos sustanciales, lo que permitió al consejo de política monetaria del Banco de Japón iniciar la primera etapa de normalización: el ajuste monetario.

El camino que le queda por delante está plagado de obstáculos para Japón. La caída de su moneda, unida a la lenta caída de los tipos de interés a largo plazo, así lo atestiguan. En primer lugar, si las tasas de interés a largo plazo aumentaran bruscamente, se debilitarían las instituciones financieras. Ciertamente, un escenario al estilo estadounidense, como el del Silicon Valley Bank, parece muy improbable, ya que la mayoría de los bancos japoneses están bien capitalizados. Sin embargo, su propensión a conceder préstamos se vería afectada, lo que en última instancia pesaría sobre el crecimiento. En segundo lugar, aumentar las tasas aumentaría los costos del servicio de la colosal deuda nacional. Lo que implicaría una reducción del gasto en seguridad social, políticamente muy difícil en Japón, donde la edad media se acerca a los 50 años. Un tercer riesgo tiene que ver con los beneficios del Banco de Japón, que se volverían significativamente negativos. Un deterioro de su balance sería, como en todas partes, causa de múltiples tensiones.

CHINA EN LA ENCRUCIJADA

En cuanto a China, habrá que esperar unos años para saber si logrará cambiar la situación a nivel macroeconómico. No lo oculta, necesita encontrar una nueva receta que estimule su crecimiento. Liberar el crecimiento interno… Sin embargo, el consumo de los hogares chinos es muy insuficiente desde hace mucho tiempo, situación agravada por la pandemia. De facto, la contribución de China al crecimiento global ha vuelto a caer a sus niveles anteriores a 2008. Según el FMI, se espera que esta contribución disminuya aún más, alcanzando sólo alrededor del 22% para 2027-2028. Los dividendos de la globalización y de la deslocalización de la producción están dando paso definitivamente al fenómeno de la “deslocalización amistosa”. Este desacoplamiento parcial es un despertar particularmente brusco para China. Lo que la globalización ha dado, lo está recuperando.

¡La productividad permanece! La teoría económica es clara: para mantener el crecimiento del PIB con menos trabajadores, debemos extraer más valor añadido de cada uno de ellos. En febrero, Xi definió las nuevas fuerzas productivas como aquellas “fomentadas por avances tecnológicos revolucionarios, asignación innovadora de factores de producción, transformación y mejora profunda de las industrias”. Un proyecto complejo, incluso inalcanzable, porque depende de empresas públicas con baja productividad, mientras que el emprendimiento del sector privado con mayor productividad está sujeto a una fuerte presión regulatoria. Las cifras son claras: la tendencia reciente de la productividad es a la baja.

En este contexto, hemos sido testigos de la intensificación de las tensiones chino-japonesas en las últimas semanas. El colapso del yen pone en peligro la competitividad de China en los mercados externos (particularmente regionales) donde los dos países son competidores. El momento es malo. ¿Es este el colmo para Beijing antes de una devaluación (como en 2015)? Por ahora, Tokio está trabajando unilateralmente para calmar la hemorragia. ¿Pero por cuánto tiempo? Sus posibilidades de éxito son escasas si nos remitimos a la historia monetaria. Una subida acelerada de los tipos japoneses no dejaría de provocar shocks debidos a la repatriación de una masa considerable de capital japonés y al resultado de las enormes operaciones de carry en las que se utilizaba el yen como moneda de financiación. A menos que los bancos centrales de Taiwán, Seúl (y Washington) tomen medidas…

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