Publicado el 01 de octubre de 2024 a las 21:13 / Modificado el 2 de octubre de 2024 a las 07:08.
“Nunca había visto un ataque como este. ¡Todo el país está afectado!” Como miles de otros israelíes, Amit se apresuró a entrar en el búnker construido bajo su edificio el martes alrededor de las 18.30 horas cuando se conoció la noticia, anunciada por el gobierno israelí y dos funcionarios estadounidenses: la respuesta iraní al asesinato del líder de Hezbolá. Hassan Nasrallah, era inminente. Bares, cafeterías, playas, transporte: bastaron unos minutos para transformar los lugares públicos en desiertos. Los aviones dieron media vuelta y se cortó todo el tráfico. Apenas dos horas después, decenas de misiles balísticos llegaron al espacio aéreo israelí mientras sonaban las sirenas de alerta.
Mientras que en Washington, el presidente Joe Biden ordenó al ejército estadounidense apoyar la defensa de Israel derribando proyectiles dirigidos a su territorio, se vieron misiles interceptores sobre Jerusalén, Beersheba en medio del desierto de Negev (sur) y Haifa al norte. Para los habitantes de Jaffa, al sur de Tel Aviv, se trató de un doble castigo: casi al mismo tiempo, dos atacantes abrieron fuego al azar en una calle, matando al menos a seis personas e hiriendo a otras diez, entre ellas un niño. .
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