Robert Colero, un agricultor de 48 años, debía explicar a mundo los estragos de las inundaciones de Valencia en sus campos. Durante casi dos horas, este hombre no pudo escapar del relato de la infernal noche del 29 de octubre, en la que él y su mujer creyeron morir en la crecida del Poyo, en el barrio de La Torre, en el extrarradio sur de Valencia. .
Atrapados en su coche que aparcaron en una acera cuando el agua empezó a subir, escaparon por el techo solar del vehículo, tras ver a personas ser tragadas por una ola de 3 metros que cubría el túnel donde se encontraban. Nadaron lo mejor que pudieron, luego flotaron, aferrándose a montones de paja, antes de trepar milagrosamente a un poste donde acabaron siendo rescatados por los bomberos, después de pasar tres horas en el agua. “espeso, marrón, frío”escuchando los gritos de los cinco hijos de la vecina, refugiados en el techo de su casa.
“Aunque ahora sé que estos niños, a quienes vi crecer, están vivos, estos llantos no puedo sacármelos de la cabeza”confiesa el hombre, con los ojos nublados por este recuerdo de pesadilla. Sus 18 hectáreas de horticultura fueron destruidos. Su casa familiar, en la que crecieron seis generaciones, quedó devastada. Sus tractores y coches están averiados. Y trata de aguantar, agradecido de tener la “nervios al borde”. En el garaje del edificio donde vive se recuperaron los cuerpos de 11 personas que murieron en las inundaciones, entre ellos 3 niños. En total, conoce 26 de los 222 muertos y 4 desaparecidos provocados por las inundaciones.
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