¿Por qué las actrices y los comediantes también tienen que morir? Jany Gastaldi, en La noche de Aviñón, regaló Dona Musique en 1987 en un Zapato de raso bajo la dirección de Vitez, un Claudel épico junto a Ludmila Mikaël y Didier Sandre. Ella estaba entre nuestras trágicas, y es doloroso pensar que la fragilidad las golpea tan jóvenes, estas llamas son intensas hasta el punto de que se dice que queman las tablas. Y ahora ese diablo de Niels Arestrup. En Bouffes du Nord, una eterna Lopakhine, bajo la dirección de Peter Brook. Y Ponza en A cada uno su propia verdadde Pirandello, por supuesto.
Una encarnación es una gracia. “Esté ahí (por favor o por disgusto), interese incluso irritando, pero en cuanto entre en escena, incluso cuando quiera pasar desapercibido, si el personaje lo exige, ocupe su lugar en el espacio, hágase necesario, escribe Charles Dullin en su Recuerdos de un actor. La presencia es precisamente una cualidad discreta que emana del alma, que irradia…” Con una voz cuyo timbre cálido transmitía remordimiento, Niels Arestrup afirmó a la vez violencia y ternura, un impulso hacia el otro y ya de retraimiento. De 1989 a 1993, el actor dirigió el Théâtre de la Renaissance de París. El periodista Michel Cournot, en El mundoescribió: “Es un hombre, rubio, fuerte. Pelliza oscura, bufanda arrastrada por el viento. Romanticismo asesino. Pero muy frío, muy duro. Una aparición de Bogart como jefe de un club nocturno en Las Vegas. Un toque muy leve de mafia, para hacerlo completo. Este prodigio es el director de teatro Niels Arestrup. Uno de nuestros actores más fuertes. Gran arte. » Todo está dicho.
Senegal