Dos horas de intensos alegatos para Marine Le Pen: el 27 de noviembre, su abogado, el abogado Rodolphe Bosselut, pidió la absolución, al considerar que el caso carece de cargos penales. La sentencia quedó reservada hasta el 31 de marzo.
Hay en él una especie de tranquila placidez. Con su toque de acento del suroeste, la soltura que lo acompaña, su sentido de contar historias y sus gestos amplios como en el teatro, el maestro Rodolphe Bosselut, al menos, suplica con placer. Casi codicioso. Y puedes sentirlo. A lo largo de su primera hora de súplica, esto es incluso visible, ya que la sala abarrotada del tribunal parece colgar de sus labios. En primera fila, su clienta, Marine Le Pen, no pierde el ritmo. Ella asiente con la cabeza. Le sonríe a su vecino, Louis Aliot. Y ella también parece recuperar el color ya que, desde las requisas de la fiscalía, al entrar en esta sala, el jefe de la Unión Nacional (RN) parece haberse blanqueado. Su abogado Rodolphe Bosselut, hijo de los Pirineos y de sus torrentes montañosos, parece ejercer sobre ella un efecto de vitamina D, con sus alegres súplicas.
Durante dos horas, el defensor repasó el caso, paso a paso, sin dar ningún signo de cansancio. Le corresponde a él, en esta vista penal, en la que defiende al acusado contra el que la fiscalía ha tenido más mano dura, declararse en último lugar. Le corresponde la tarea más delicada de concluir en este juego jurídico donde, muchas veces, en el mejor de los casos, estos alegatos no sirven de nada porque la masa ya está dicha. O repiten argumentos que se han mencionado tantas veces. O se aventuran en el árido terreno del procedimiento en busca de nuevos vicios… Rodolphe Bosselut anuncia que no hará ninguna de las dos cosas. Él promete desde el principio: “ como buenas noticias » que él « no repetirá lo que ya se ha alegado » por sus colegas. Pero inmediatamente anuncia su “ malas noticias » : « voy a tardar mucho “. La presidenta del tribunal, Bénédicte de Perthuis, sonríe. Un buen comienzo.
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