El Athletic venció en el derbi con un gol del indetectable Sancet, experto en aparecer donde nadie le espera, y en Bilbao duermen felices sus aficionados por una noche. Suele ser lo habitual después de cada victoria, y más cuando el rival es la Real. A nadie le gusta perder un partido de este calibre, y en las últimas ocasiones en San Mamés, los bilbaínos parecen haber cogido la temperatura adecuada de ebullición, y ya acumulan cuatro triunfos consecutivos. En San Sebastián han sido cuatro decepciones seguidas, aunque ya empiezan a pensar en el partido de la segunda vuelta. Entonces las cosas se verán diferentes.
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Julen Agirrezabala, Yuri Berchiche, Óscar De Marcos, Yeray Álvarez, Dani Vivian, Oihan Sancet (Unai Gómez, min. 69), Beñat Prados (Mikel Jauregizar, min. 59), Nico Williams, Íñigo Ruíz de Galarreta (Ander Herrera, min. 76), Iñaki Williams (Álex Berenguer, min. 76) y Álvaro Djaló (Gorka Guruzeta, min. 59)
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Álex Remiro, Nayef Aguerd, Igor Zubeldia, Jon Aramburu (Aritz Elustondo, min. 83), Javi López (Aihen Muñoz, min. 74), Martín Zubimendi, Ander Barrenetxea (Sheraldo Becker, min. 59), Luka Sucic, Sergio Gómez , Takefusa Kubo (Brais Méndez, min. 59) y Mikel Oyarzabal
Goles
1-0 min. 25: O. Sancet
Árbitro Jesús Gil Manzano
Tarjetas amarillas
Zubeldia (min. 20), Benat Prados (min. 40), Javi López (min. 52), Ruiz de Galarreta (min. 75), Naif Aguerd (min. 90), Yuri (min. 91), Luka Sucic ( mín. 94)
No es normal que, en un derbi a finales de noviembre, la temperatura a las nueve de la noche sea de torneo de verano. Mangas cortas, ropa de abrigo —por si acaso cambia el tiempo—, bajo el brazo. Lo que nunca cambia, no al menos como el clima, es el fragor de las incruentas batallas entre Athletic y Real Sociedad, tanto monta, que se remontan más de un siglo atrás. Salvo en raras excepciones, como el valor que se suponía en la mili, también la intensidad se supone en los derbis, habitualmente partidos de alta tensión, y suele ser el equipo más enchufado el que acaba por llevárselo. Claro que cuando la motivación es pareja, el pronóstico es más incierto.
Y en San Mamés, anoche, la motivación fue por rachas, porque hasta la primera media hora fue el Athletic el que quemaba sus motores mientras la Real intentaba apagar con hielo los ardores rojiblancos, que jugaba a oleadas, como acostumbra, con los Williams y Djaló intercambiando con frecuencia sus posiciones, para dificultar los marcajes estrechos que planificó Imanol Alguacil. Merodeaba el equipo bilbaíno el área de Remiro, a quien todavía le recuerdan su cambio de bando con música de viento y daba sensación de peligro, aunque sin demasiadas opciones, salvo en un contragolpe que condujo Iñaki Williams y finalizó casi sin ángulo, con un remate que rechazó el portero de la Real.
Pero como la respuesta del equipo visitante se limitaba a la retaguardia, sin asomo de aproximarse a Agirrezabala, los donostiarras no pudieron apagar todos los fuegos, y al final, después de una acción continuada del Athletic, con varias fases de ataque, la pelota le llegó a Nico Williams, que casi desde la línea de fondo bombeó al segundo palo para que Sancet se adelantara a Aguerd, que estuvo blandito, y cabeceara casi sin ángulo para abrir el marcador en la Catedral, entre el éxtasis de la afición rojiblanca, porque ya se sabe que en los derbis los goles, del color que sean, valen doble para la moral de la grada.
No cambió mucho el panorama después del gol porque la Real se limitó a tomar nota y poco más. Si alguien esperaba una reacción furibunda no la encontró. Siguió el Athletic casi igual, y los donostiarras también, a pesar del resultado, como si lo dejaran todo para la segunda mitad. Entonces sí trató de empujar un poco más la Real, o tal vez se dejó querer el Athletic, porque a Agirrezabala tardaron muchos minutos en importunarle. Apenas un disparo desde lejos de Sergio Gómez que le llegó suave a las manos, y un balón que se paseó paralelo a la portería sin piernas blanquiazules que lo remataran.
Sin embargo, la mejor ocasión de la segunda parte fue bilbaína, en un pase atrás de Sancet, brillante en su reaparición, y que Prados remató flojo en una posición en la que el gol era lo más fácil. Como el Athletic no supo cerrar el partido, sufrió al final, aunque más por la posibilidad de perder lo que tenía que por el peligro real que generaba la Real. Además, Agirrezabala estuvo colosal para neutralizar todos los balones aéreos que lanzó la Real ante la falta de otros recursos, así que el viaje de regreso por la autopista A-8 fue un pequeño funeral, del que los realistas intentarán resarcirse en la vuelta. Porque los derbis siempre tienen vuelta.