“No estoy seguro de que haya otro entrenador en la Primera División con mi perfil”, advierte Borja Jiménez, que está al mando del Leganés mientras se prepara para enfrentarse al Madrid este domingo (18:30, Movistar; vuelve Courtois) ocupando la 14ª posición, cuatro puntos por encima de la zona de descenso. “Con solo 39 años, sin haber sido jugador profesional ni haber ascendido repentinamente desde un equipo juvenil, no puedes soñar con dirigir en la élite con mis antecedentes, porque lleva a la frustración. Mi único objetivo era ser entrenador y evitar perder dinero. Solo ahorré alrededor de 10,000 euros hasta la temporada del Mirandés en 2018-19. Antes de eso, apenas podía ganarme la vida. Estoy convencido de que cuando me uní a los cadetes en Valladolid a los 27 años por 600 euros compartiendo un apartamento con otros dos, mi familia pensó: ‘¿Qué va a hacer este chico?'”, reflexionó el ágil y moreno entrenador de Ávila, que también trabajó durante seis meses como instructor de una autoescuela en el negocio familiar.
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“Siento que mis compañeros realmente aprecian lo que hago”, proclama orgulloso. Dirigió a Ávila en Tercera, a Izarra y Bouzas en Segunda B, consiguió ascensos con Mirandés y Cartagena a la segunda división, estuvo a un metro de devolver al Deportivo al fútbol profesional, y la temporada pasada logró un sorprendente ascenso a Primera con el Leganés. Un ascenso rápido que, una vez en la élite, lo ha llevado a una conclusión: “A este nivel, me he encontrado con jugadores que tienen una mayor necesidad de afecto. Piden mucha atención, constantemente. En otros años en diferentes divisiones, era lo mismo, pero no a este nivel. Siguen siendo niños a los 20 o 26 años, a menudo detrás de una fachada, con recursos financieros sustanciales, pero enfrentando los mismos problemas que el resto”, confiesa Jiménez. “Eso es lo que más piden a un entrenador porque ya tienen talento. Cuando no juegan, necesitas darles ese apoyo para que puedan seguir esperando su oportunidad. Y si juegan, es para evitar que interpreten que pueden ser culpables de algo”, explica este licenciado en Educación que ha trabajado con un entrenador durante los últimos dos años para “organizar su mente” y manejar tales situaciones.
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Por todo esto, el entrenador destaca que se beneficia de algo que a menudo se ve como una desventaja: su juventud y el hecho de que nunca ha jugado profesionalmente. “El 99% de las experiencias de los futbolistas se basa en ser jugadores. Y en sus círculos, que son grandes, ya tienen suficiente gente vinculada al fútbol. Los que no hemos jugado hemos tenido experiencias diferentes. La realidad es que el fútbol, a estos niveles, se trata de gestión”, afirma mientras se sienta en una silla de aula en la instalación de entrenamiento del Leganés.
Si bien las interacciones personales han cobrado cada vez más valor en su enfoque al fútbol, el énfasis en la táctica ha sido matizado. Especialmente en Primera. “Me encanta; paso horas en la pizarra, le damos una inmensa importancia porque nos da seguridad, pero al final, no es tan crítico. Cuanto más bajo es el nivel de los futbolistas, más evidente es la mano del entrenador. Por ejemplo, la Segunda es una categoría muy técnica. Todo está muy parejo, y las diferencias provienen de la estrategia. Pero en Primera, no hay tanta influencia. Necesitas poner a los buenos jugadores en posiciones donde puedan hacer daño. Antes tenía más dudas, pero ahora tengo claro que el fútbol pertenece a los jugadores”, señala Jiménez, que a pesar de esta evolución, mantiene una rutina inalterada: edita personalmente los videos de los oponentes que muestra a los jugadores.
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“Necesito tener todo bajo control, o al menos creer que lo tengo, verlo con mis propios ojos para estar seguro y transmitirlo a los jugadores”, admite. Una tarea que, señala, también le ha ayudado a ganarse la confianza de los jugadores. “A menudo esperan con ansias el descanso para ver lo que decimos porque saben que eso cambiará el resultado. Eso ocurrió la temporada pasada. Han normalizado la idea de que puede haber uno o dos cambios tempranos. Y si aciertas, se quedan”, afirma Borja Jiménez.
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En un mundo ideal, le gustaría un equipo que sea “muy dominante y agresivo en defensa”, pero reconoce que sus equipos juegan “como pueden” en lugar de como quieren. “La temporada pasada, defendimos mucho con un bloque bajo, y los jugadores estaban muy cómodos. Me dio una cierta inseguridad, pero a ellos no. Así, aprendí a tener confianza. Esta temporada, defendemos mucho más lejos de nuestra portería porque el equipo siente que cerca del área, con más talento en el campo, aumentan las posibilidades de conceder. Somos el mismo equipo, pero lo hacemos de manera diferente”, relata el nacido en Ávila, que frecuentemente entrenó con Andoni Iraola en el Rayo durante sus únicos meses de desempleo a principios de 2021, tras su etapa en Cartagena. “Con él, me di cuenta de que los cuerpos técnicos actuales son muy numerosos, y que no necesitas tanta gente en el campo porque puede ser una distracción. Su cuerpo técnico solo era de cuatro personas con los jugadores”, detalla.
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Entre la docena de fichajes realizados para afrontar la Primera, ninguno atrajo tanto la atención como el préstamo de última hora de Sébastien Haller desde el Dortmund. A él también le sorprendió. “Me sorprendió muchísimo. No estaba al tanto de su llegada hasta que se hizo oficial”, admite Borja Jiménez antes de su primer encuentro con el Madrid. “Durante estos días, mis amigos me llaman y me preguntan qué estoy haciendo. ‘Bueno, analizando al Madrid’, respondo. Tomo un poco de distancia, y de hecho, hablo de ello y me emociono”, concluye el entrenador.