La investigación difundida el martes por la tarde demuestra cómo dos periodistas flamencos, bajo una identidad falsa y sin estar domiciliados en Anderlecht, lograron -con una facilidad desconcertante- convertirse en beneficiarios de la asistencia social. A pesar de haber elegido una dirección al azar, no encontraron ningún obstáculo, ni verificación, ni seguimiento real en su camino.
El caos que reina en este CPAS ya ha sido ampliamente denunciado por varios informes públicos. La situación siguió empeorando, al igual que la presión y la intimidación ejercidas sobre los trabajadores sociales con exceso de trabajo. Algunos denuncian a un presidente del CPAS que regularmente desacata el proceso judicial e impone sus decisiones para ayudar financieramente a los ciudadanos que invita a su cargo. Un clientelismo supuesto, incluso reivindicado. Los problemas de gestión también son evidentes. De hecho, otros testimonios sugieren que las llamadas parejas separadas siguen recibiendo dos asignaciones máximas mientras amplían sus familias…
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Esta investigación, realizada tras la denuncia de varios agentes, no ayudará a la reputación de Bruselas en Flandes, y menos aún a la –ya poco envidiable– de los representantes socialistas francófonos.
Este despilfarro de dinero público dentro de una organización que constituye la última barrera contra la pobreza es indignante, tanto para los más vulnerables como para los contribuyentes que ven su dinero volar por la ventana. La politización de la asistencia social es chocante, incluso repugnante. El CPAS, ante el cual el Estado cumple ciertas responsabilidades, no puede ser un tamiz del erario público. Cuando salga a la luz, esta gestión desastrosa debe detenerse en Anderlecht, así como en todas las demás administraciones culpables de tales abusos…