Francia ante su impotencia

Francia ante su impotencia
Francia ante su impotencia
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METROAl apagar un incendio se corre el riesgo de que vuelva a comenzar. A principios de 2024, la crisis agrícola se había resuelto lo mejor que podía, a base de promesas y ambigüedades. Como algunas seguían pendientes y otras no habían sido levantadas, la ira campesina amenazó una vez más con hacerse escuchar, a partir del 18 de noviembre, en todo el territorio. A los agravios insatisfechos de la primavera y a los efectos devastadores del cambio climático sobre los cultivos se sumó un tema poderosamente unificador: la inminente conclusión del acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y los países del Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia).

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Este tratado, negociado durante casi veinticinco años, constituye una fuente de oportunidades favorables para la industria, los productos lácteos y el alcohol europeos, al tiempo que garantiza indicaciones geográficas protegidas para muchos productos alimenticios. Por otro lado, para los ganaderos, avicultores y productores de cereales, el acuerdo de libre comercio es un retroceso que debilitaría sectores que ya están en malas condiciones. Además de un aumento de las cuotas de exportación, estos sectores denuncian el riesgo de verse sometidos a una competencia desleal que podría acelerar el declive de la agricultura francesa.

Poco eco a nivel europeo

No faltan razones para criticar este acuerdo. En una columna publicada en El mundo600 parlamentarios subrayan su incompatibilidad con el acuerdo climático de París de 2015, especialmente en términos de deforestación. La falta de controles adecuados sobre los productos importados expone a la agricultura francesa a una competencia cuyos métodos de producción son mucho menos exigentes desde el punto de vista regulatorio, ya sea por el uso de pesticidas y hormonas o por el respeto al bien animal. Sobre todo, el acuerdo pone de relieve brechas de competitividad difíciles de superar para un modelo francés caracterizado por explotaciones agrícolas más pequeñas. Los parlamentarios finalmente advierten que se está poniendo en duda la seguridad de nuestros suministros agrícolas.

Mientras la clase política francesa está más dividida que nunca, el rechazo del acuerdo Mercosur es objeto de un consenso inusual, desde la Asamblea Nacional hasta el gobierno, incluido el Presidente de la República. Bajo la presión de una ira agrícola que ya no puede apaciguarse, todos proclaman alto y claro que el Tratado no es aceptable. “tal cual”. Pero esta unanimidad encuentra poco eco a nivel europeo, donde Francia está luchando por reunir a su causa a la minoría de bloqueo que permitiría suspender el texto.

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La mayoría de los Estados miembros creen, por el contrario, que sería peligroso abandonar este acuerdo en un momento en el que, tras la elección de Donald Trump, la tentación proteccionista se está apoderando de Estados Unidos, mientras que China está dispuesta a aprovechar la dilación de los Veintisiete para fortalecer sus posiciones en América del Sur. ¿Tiene Europa, que busca afirmarse como potencia en un mundo cada vez más hostil hacia ella, los medios para privarse de nuevas salidas comerciales?

Debilitada por un modelo agrícola que está perdiendo fuerza y ​​paralizada por la perspectiva de una crisis social en el peor momento posible, Francia apenas tiene medios para influir en el debate. Si Bruselas decidiera ignorar el consejo de París, esto marcaría una disminución sin precedentes del peso de Francia en Europa. Aún más grave, el episodio corre el riesgo de dejar una huella dañina y duradera en la opinión francesa al alimentar un sentimiento anti-UE.

El mundo

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