Era una mujer que escribía en las sombras y que hizo cierta carrera literaria al resguardo de un seudónimo, Juan Antonio Alvaradouna osadía en aquellos tiempos. Aquellos tiempos eran los entrecomillados entre las décadas de los 40 y los 60 del pasado siglo. Resulta difícil dar con su rastro en internet y con el porqué de su refugio, habida cuenta que no disimuló jamás su identidad en un puñado de entrevistas que le realizaron. Usemos la misma explicación que empleó la Biblioteca foral de Bizkaia al aceptar la donación de su obra que realizó en 2012 la librería anticuaria Astarloa. Así decía su anuncio. “Por circunstancias editoriales y de la mentalidad de la época, publicó bajo un seudónimo de hombre, el de Juan Antonio Alvarado, si bien al final de su carrera literaria llegó a publicar con su nombre original debido a su éxito y reconocimiento social”. María Dolores había fallecido cuatro años antes, en 2008. Hacía décadas que no publicaba.
La mayor parte de su obra fue editada por la editorial Escelicer, dentro de la colección ‘Biblioteca de Lecturas Ejemplares
No es fácil encontrar su fecha de nacimiento aunque parece consensuado en que María Dolores nació en Santoña (Santander) y que pronto vino a Bilbao, afincándose en la calle Gardoqui, donde al parecer se instaló en un ático donde escribió y sostuvo una vida semiretirada. Desde la década de los 40 hasta la de los 60 fue una prolífica escritora de novelas para jóvenes y de temática sentimentalque se editaban en la colección Biblioteca de Lecturas Ejemplares de editorial Escelicer: Diecisiete años, La dorada primavera, La aventura de Enrique o José Luis, son algunos de los títulos de la veintena que se le conocen editados. Sólo la última de sus novelas, Hay caminos que se cruzan, se editó en Santillana el 1 de enero de 1962. El mundo y una mujer, Amor en el mar, Tormenta, Coral, Cuando la ciudad se queda vacía, Rayo de sol o ¡Abajo los hombres! son algunos de los manuscritos recuperados en la citada donación. Es “un ejemplo de la generación literaria vasca de posguerra que sobrevivió en un ambiente hostil y árido propio de la dictadura franquista”reiteró la Diputación foral.
Las novelas de María Dolores no resisten el paso del tiempo y en el mundo literario no han alcanzado notoriedad alguna. Estaban escritas al estilo de la época, un punto pastelón. Y eso que no conviene olvidar que la editorial que le publicó hizo lo propio con obras de Alfonso Paso, Antonio Buero Vallejo o Tennesseo Williams entre otros. De esos fondos se sabe que María Dolores se presentó a varios premios literarios con su identidad real. Y que en 1957, por ejemplo, ganó el galardón Abril y Mayo, que convocaba su editorial habitual (Escelicer) por la novela La dorada primavera. Aunque Juan Antonio fue un escritor muy prolífico, no gozó de ninguna popularidad en los círculos literarios de Bilbao. Se diría que era un obrero de las letras pero sí tuvo su mercado. Poco más cabe contarles de esta historia.
Miremos tiempo atrás para ver que detrás de nombres como George Sand, Fernán Caballero o Víctor Catalá se esconden escritoras que se vieron abocadas a firmar sus libros con seudónimos masculinos para combatir los prejuicios de la sociedad. De entre todos ellos el cronista de esta página se queda con una historia. Les cuento.
Escribió algunos tratados de cocina cuyos originales fueron donados a la Biblioteca foral por la librería anticuaria Astarloa
En Francia, George Sand fue el seudónimo elegido por Amandine Dupin (1804-1886) para firmar sus libros cuando inició su carrera literaria tras su divorcio en 1831. La primera obra que publicó con su seudónimo fue Indiana. Pero esta autora del romanticismo francés destacó también por sus escritos políticos. Dupin, que gozaba de gran popularidad en su época, se vestía con ropas masculinas para moverse por los círculos intelectuales de París y para conseguir acceder a lugares solo permitidos para hombres.
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