Cuando nos encontramos con ella frente a un chai latte de verduras, en Lorient, el martes 5 de noviembre de 2024, Lamya Essemlali está haciendo la maleta. Su esbelta silueta regresará a Groenlandia, por quinta vez en cuatro meses. Un viaje de 48 horas, con escalas en París y Reikiavik, para prestar ayuda física y moral al fundador del movimiento Sea Shepherd Paul Watson, encarcelado allí desde el 21 de julio.
“A Paul sólo se le permite hablar por teléfono diez minutos por semana con su esposa e hijos. Experimenta un aislamiento muy difícil. Si quiero hablar con él, tengo que ir de todos modos a Nuuk”, explica el cofundador de Sea Shepherd France con mirada decidida. Entre el capitán Paul Watson y el antiguo chico de los suburbios parisinos, hijo de un inmigrante visceralmente apegado a la defensa de los animales salvajes, el vínculo es inquebrantable.
Su vida por una ballena.
“Paul es mi mentor, mi amigo, también mi padre espiritual”, recuerda quien fue criado por una madre soltera, en medio de las torres de Gennevilliers (Altos del Sena). Si Lamya Essemlali hizo de su vida una pelea, es también porque estaba Paul Watson. Cuando lo conoció, tras terminar sus estudios en 2005, sólo conocía el mar a través de sus vacaciones infantiles en Marruecos. Él le pregunta: “¿Sacrificarías tu vida para salvar una ballena? » Seis meses después, lo vivió en plena Antártida, embarcada con una treintena de activistas para bloquear el paso del mega ballenero japonés Nisshin Maru. El enorme pesquero sólo dará media vuelta en el último momento.
A Lamya Essemlali, de 45 años, le salvan la vida. Pero todavía no hace concesiones en la defensa de las ballenas y los océanos. Con un sombrero flanqueado por una calavera atornillada al cráneo, siguió a los barcos factoría con “Ocean Killers” en el Canal de la Mancha, patrulló para salvar a las tortugas de los machetes de los cazadores furtivos en Mayotte, alertó sobre la destrucción de especies y hábitats protegidos frente a los parques eólicos. de Saint-Brieuc o Dunkerque (Norte). “Voy a donde soy más útil. Tengo la sensación de hacer lo correcto”, nos vuelve a decir con una voz tranquila y cálida, que contrasta con las imágenes del “pirata del mar”, que siempre se ha sumado al radicalismo del movimiento.
Estábamos cansados de que Sea Shepherd nos atacara. Para nosotros, fue otro eco-bobo-fundamentalista más.
En Bretaña para Rewild
La activista llegó a Bretaña un día de 2020. Precisamente la encontramos asociada al antiespecista Aymeric Caron y a La France Insoumise en una campaña municipal en el distrito 14 de París. “La política no ha sido lo mío. No me gustó la recuperación del LFI”, afirma hoy.
En aquel momento, Sea Shepherd Francia estaba considerando, junto con varias ONG, transformar el antiguo zoológico de Pont-Scorff (56) en un centro de “resalvaje”. Una aventura financiada con un premio acumulado de 740.000 euros, impulsado por el periodista Hugo Clément. La mala gestión y las disputas internas se apoderaron del proyecto Rewild. “Sea Shepherd no recibió nada e incluso perdió dinero en esta historia”, justifica firmemente Lamya Essemlali.
Desde su Morbihan adoptivo, nunca se fue y mantuvo amigos. “Tenía la imagen de un guerrero y descubrí a alguien muy accesible. Un pedacito de mujer con un gran carácter que nos hace respetarla”, dice sobre ella el cuidador de animales Ludwig Pastor. Desde hace un año trabaja para el nuevo
“Sea Shepherd Rescue”, inaugurado en la campiña de Kernascleden, a treinta minutos de Lorient. Un centro de atención de nueva generación que acoge animales salvajes heridos y del que Lamya Essemlali está muy orgullosa. “La experiencia Rewild nos permitió seguir adelante. Allí controlamos de la A a la Z. No hay problemas, cero guerras con toda la Tierra”.
Aprendí a canalizar mi energía. En lugar de imaginar nuestra deuda con los océanos, prefiero hablar de responsabilidad. Ya no quiero que mi fuerza motriz sea la culpa.
Cara a cara con los pescadores
Frente al océano, el defensor de la “no violencia agresiva” sin embargo pone algunos pelos de punta. Empezando por las de los pescadores, sujetos, a principios de 2024, a una prohibición temporal de pescar en el Golfo de Vizcaya, con el fin de limitar las capturas accidentales de delfines.
En marzo de 2023, varios grupos llegaron frente a la casa de Lamya Essemlali. “Estábamos cansados de que Sea Shepherd nos atacara. Para nosotros, fue otro eco-bobo-fundamentalista más”, comenta hoy David Le Quintrec. La chica de las ciudades “no se rindió”. Desde entonces, se reunieron juntos y hablaron entre ellos. Allí estaba el diputado ecologista Damien Girard, entonces asesor departamental: “Ahí está la mujer, discreta y reservada”, describe. Y luego el activista, trascendido por la lucha y que demuestra una valentía increíble. “Que ella esté en su papel de denunciante no me molesta”.
Son las 4:30 p. m. y Lamya Essemlali tiene que ir a recoger a su hija a la escuela. No obstante, seguirá de cerca el estado del proceso judicial que lo enfrenta a las autoridades internacionales de Sea Shepherd Global. Ni la última información “muy política” que le facilitarán los nueve abogados de Paul Watson. Mientras tratamos seriamente la migraña que se avecina. “Aprendí a canalizar mi energía. Todavía tengo rabia pero me siento más ligera, más eficaz, asegura. En lugar de imaginar nuestra deuda con los océanos, prefiero hablar de responsabilidad. Ya no quiero que mi fuerza motriz sea la culpa. »
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