adorado, luego odiado, gran campeón francés y chivo expiatorio

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Violette Morris, imagen sin fecha extraída del documental “Violette Morris, una mujer a la que matar”, de Marie-Christine Gambart. PROGRAMAS GÉDÉON

FRANCIA 5 – DOMINGO 30 DE JUNIO A LAS 22:55 – DOCUMENTAL

Sin duda, si el nombre de Violette Morris (1893-1944) fue borrado es porque el escándalo que representó su vida merecía una expiación despiadada, a los ojos de quienes no podían soportar su temperamento rebelde y rebelde. Condenado a la ignominia. Un biógrafo con el más fantasioso rigor histórico completó la demonización de la dama llamándola « hiena de la Gestapo »cimentando una oscura leyenda, que sustituyó al estudio serio de un viaje, es cierto, extraordinario.

Ciertamente, responsable de un garaje parisino requisado por la Luftwaffe, desde 1941, cercana a los líderes de la Legión de Voluntarios Franceses contra el bolchevismo, Violette Morris era colaboracionista, auxiliar de la Gestapo. Y su ejecución sumaria, durante una emboscada a los combatientes de la resistencia normanda, en abril de 1944, parece sellar su memoria, ubicándola entre los personajes abyectos, contrastes esenciales para la invención de los héroes de la resistencia.

Superando a todos los hombres

Cuando la historiadora Marie-Jo Bonnet se esfuerza por restaurar la figura de esta “mujer a ser masacrada” (en Violette Morris. Historia de un escándalo, Perrin, 2011), es a la secuencia de la Ocupación a la que dedica su prioridad. Si el foco se amplía a la biografía completa de Bertrand Galic y Kris, entregando, en 2018 y 2019, dos de las cuatro “comparecencias” anunciadas en un juicio para reexaminar este caso único (en Violette Morris. Ser destruido por todos los mediosFuturopolis), es hora de darle un rostro y un destino menos falsificados a uno de los mayores campeones franceses.

Porque, antes de convertirse en un conveniente chivo expiatorio de los compromisos de la Ocupación, Violette Morris fue una deportista excepcional. Iniciada en prácticas físicas pioneras mientras estaba internada en un convento belga, la adolescente, rechazada por su familia, que soñaba con un niño para transmitir el nombre y los bienes de su linaje, apuesta todo por sus actuaciones y sólo aspira al éxito.

Competidora con apetito de ogresa, destacó tanto en el atletismo como en el ciclismo, en el fútbol y pronto en el automovilismo, ganando la Bol d’Or de 1927, siendo la única mujer inscrita, por delante de todos los hombres. El desafío ideal según ella. La descarada ganadora ganó más de veinte títulos nacionales y cincuenta medallas, en todas las disciplinas combinadas, poseedora de récords mundiales y europeos en lanzamiento de peso, disco o jabalina, y se prepara para triunfar en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en el verano de 1928, cuando el deporte femenino francés La federación le retiró la licencia para sancionar su libertad de vestir -se vestía como un hombre y rechazaba la falda-, sus palabras groseras, sus repetidas escapadas, su supuesto gusto por las mujeres.

Se recapacitó abriendo una tienda de accesorios para automóviles, probó suerte en el mundo del music hall, frecuentó a Joséphine Baker, Colette y Jean Cocteau, quienes se instalaron por un tiempo en la barcaza donde Violette Morris vivía con una de las actrices del maestro. Pero mata en defensa propia a un ex legionario que la ataca: el símbolo se vuelve contra ella. Tantas decepciones para quien sirvió a su país sin obtener el reconocimiento que merece. De ahí la deriva de los años oscuros. Adulada y luego odiada, Violette Morris merece sin embargo un lugar que le corresponde en el panteón del deporte como en la historia de las mujeres que no se someten. Memorable sin duda.

Violette Morris, una mujer para matardocumental de Marie-Christine Gambart (fr., 2024, 52 min).

Philippe-Jean Catinchi

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