El rey Felipe VI de España pronunció su discurso de Navidad la tarde del 24 de diciembre. Este año, el Soberano identificó los desafíos actuales que atraviesa España, en particular las cuestiones de migración o acceso a la vivienda, así como las catástrofes que han afectado al país y que requieren aún más solidaridad y fuerza para construir una España más sólida y próspero.
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El Rey de España pronuncia un discurso navideño de 16 minutos
El rey Felipe VI, de 56 años, pronunció su tradicional discurso de Nochebuena. Al igual que el Rey de Bélgica y el Gran Duque de Luxemburgo, el discurso de Navidad del soberano español se pronuncia el 24 de diciembre. Este momento grabado en una sala del palacio real, frente a un árbol de Navidad, es siempre una oportunidad para que el Rey de España dé su visión sobre su país y recuerde hechos significativos que marcaron el año pasado. El discurso de este año duró nada menos que 16 minutos.
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El Rey Felipe comenzó su discurso abordando las mortíferas inundaciones en la Comunidad Valenciana, gran noticia de los últimos meses en España. “Quienes perdieron la vida y quienes están desaparecidos merecen todo nuestro respeto y nunca debemos olvidar el dolor y la tristeza que dejaron en sus familias. Miles de personas han visto cómo lo que hasta hace poco era su ciudad, su barrio, su trabajo, su casa, su negocio, su colegio, quedaba reducido a ruinas o incluso desaparecido. Un hecho difícil de aceptar, pero del que todos deberíamos poder aprender las lecciones necesarias que nos fortalezcan como sociedad y nos hagan crecer”.
“Reconocimos día tras día esta solidaridad en su sentido más puro y concreto en el enorme trabajo de voluntarios y funcionarios anónimos. También hemos visto y comprendido la frustración, el dolor, la impaciencia, las exigencias de una mayor y más eficaz coordinación de las administraciones. Porque todos estos sentimientos, los que conmueven y consuelan y los que duelen y angustian, provienen de una misma raíz: la conciencia del bien común, la expresión del bien común o la exigencia del bien común. »
“Más allá de posibles diferencias y desacuerdos, en la sociedad española prevalece una idea clara de lo que conviene, de lo que beneficia a todos y que, por tanto, tenemos el interés y la responsabilidad de protegerlo y protegerlo. Esto es algo que la Reina y yo hemos podido confirmar y realzar aún más a lo largo de esta década de reinado. Es responsabilidad de todas las instituciones, de todas las administraciones públicas, que esta noción de bien común siga reflejándose claramente en cada discurso o en cada decisión política. El consenso sobre lo que es esencial, no sólo como resultado, sino también como práctica constante, debe guiar siempre la esfera pública. No para evitar la diversidad de opiniones, legítima y necesaria en democracia, sino para evitar que esta diversidad lleve a la negación de la existencia de un espacio compartido. »
Es en este acuerdo sobre lo esencial desde donde debemos abordar las cuestiones que nos preocupan y que nos afectan de forma diferente a nuestra vida colectiva. La creciente inestabilidad internacional, el clima en el que a menudo se desarrolla nuestro debate público, las dificultades de acceso a la vivienda o la gestión de la inmigración son cuestiones, entre otras, que merecen nuestra atención y a las que también deseo abordar esta tarde.
El primero de los puntos abordados por el Rey Felipe es la inmigración. “La inmigración es un fenómeno complejo y de gran sensibilidad social que responde a diversas causas. Sin los movimientos de población a lo largo de la historia no se podrían explicar las sociedades actuales. Son sociedades abiertas e interconectadas. Por lo tanto, al ser una realidad cotidiana, la migración puede generar, sin una gestión adecuada, tensiones que erosionen la cohesión social.
El esfuerzo de integración, que corresponde a todos, el respeto a las leyes y normas fundamentales de convivencia y civismo, y el reconocimiento de la dignidad que todo ser humano merece, son los pilares que deben guiarnos cuando se trata de la cuestión de la inmigración. Sin olvidar nunca la firmeza necesaria para luchar contra las redes y mafias que trafican con seres humanos. La forma en que consigamos abordar la inmigración –que también requiere una buena coordinación con nuestros socios europeos, así como con los países de origen y tránsito– dirá mucho en el futuro sobre nuestros principios y la calidad de nuestra democracia.
El segundo problema destacado por el Rey Felipe es el acceso a la vivienda, principalmente de los jóvenes. “Las ciudades, especialmente las grandes, actúan como centros de crecimiento y generan una demanda que la oferta no puede satisfacer. Es importante, una vez más, que todos los actores implicados piensen, se escuchen, que se examinen las diferentes opciones y que este diálogo conduzca a soluciones que faciliten el acceso a una vivienda en condiciones aceptables, en particular para los más jóvenes y los más desfavorecidos; ya que es la base de la seguridad, del bienestar de tantos proyectos de vida. Y realmente podemos hacerlo. »
“Nuestras vidas también se ven afectadas por un escenario externo cada vez más complejo y cambiante, incluso convulso. Vemos cómo con demasiada frecuencia se cuestiona el derecho internacional, se utiliza la violencia, se niega la universalidad de los derechos humanos o se pone en duda el multilateralismo para abordar los desafíos globales de nuestro tiempo, como las crisis climáticas y medioambientales, las pandemias, la transición energética o el comercio. y la escasez de recursos naturales. También vemos cómo se debate la validez misma de la democracia como sistema de gobierno.
En este contexto, España y el resto de Estados miembros de la Unión Europea debemos seguir defendiendo con convicción y firmeza, con nuestros socios internacionales, las bases de la democracia liberal, la defensa de los derechos humanos y los logros en materia de protección social sobre los que se sustenta nuestra Se fundamenta el gran proyecto político. Porque Europa –la idea de Europa– es una parte esencial de nuestra identidad común, de la herencia que debemos a las generaciones futuras. En un mundo que necesita actores fuertes y unidos, pero sobre todo comportamientos inspirados en principios y valores, Europa sigue siendo nuestra referencia más preciada.
Y si miramos hacia dentro, nuestro gran referente en España es la Constitución de 1978, su letra y su espíritu. El acuerdo sobre lo esencial fue el principio fundamental que lo inspiró. Trabajar por el bien común significa precisamente preservar el gran pacto de convivencia en el que se afirma nuestra democracia y donde se consagran nuestros derechos y libertades, pilares de nuestro Estado social y democrático de derecho. A pesar del tiempo transcurrido, la armonía de la que fue fruto sigue siendo nuestro gran fundamento. Cultivar este espíritu de consenso es necesario para fortalecer nuestras instituciones y mantener la confianza de la sociedad en su conjunto.
Un pacto de convivencia está protegido por el diálogo. Este diálogo, con altivez y generosidad, que debe nutrir siempre la definición de la voluntad y acción común del Estado. Por eso el conflicto político, legítimo, pero a veces estruendoso, no debe impedirnos escuchar una exigencia aún más fuerte: una exigencia de serenidad. Serenidad en el ámbito público y en la vida cotidiana, para afrontar proyectos colectivos o individuales y familiares, para prosperar, cuidar y proteger a quienes más lo necesitan. La reciente reforma del artículo 49 de la Constitución, que se refiere a las personas con discapacidad, es un buen ejemplo de lo que podemos lograr juntos. Y no podemos permitir que la discordia se convierta en un ruido de fondo constante que nos impida escuchar el auténtico pulso de los ciudadanos.
Me lo habéis oído decir muchas veces y me gustaría repetirlo otra vez: España es un gran país. Una nación con una historia maravillosa, a pesar de sus capítulos oscuros, y un modelo en el desarrollo democrático de las últimas décadas, venciendo incluso el acoso terrorista que tantas vidas se cobró. Un país con un presente que, a pesar de todo lo que aún nos queda por hacer, por ejemplo en términos de pobreza y exclusión social, es prometedor si observamos el comportamiento de nuestra economía –en términos, entre otras cosas, de crecimiento, empleo o exportaciones–. – y el nivel general de nuestro bienestar social. Y de cara al futuro, creo sinceramente que los españoles tenemos un enorme potencial que debe darnos esperanza, tanto a nivel nacional como internacional.
Este futuro reside principalmente en nuestra juventud, la misma juventud que hizo brillar nuestro nombre en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos y durante la última Copa de Europa. Esta juventud que emprende a pesar de las dificultades y esta juventud que está a la vanguardia de nuestra ciencia; los jóvenes que respetan a nuestros mayores y su preciosa experiencia, los que más ardientemente reclamamos avances en materia de igualdad, los que se preparan en nuestras escuelas, institutos, universidades, centros de formación profesional, para acceder con energía al mercado laboral a pesar del desempleo de los jóvenes gente. En definitiva, jóvenes que buscan oportunidades y superan obstáculos a base de mérito y esfuerzo. Pero sobre todo, el que nos llenó de orgullo al venir en masa a dar lo mejor de sí en las calles de los pueblos afectados por el temporal provocado por el fenómeno DANA.
Con este espíritu de trabajo y compromiso por lo de todos, por el bien común, termino mis palabras y vuelvo al principio. Vuelvo a todos los municipios y regiones afectados por las inundaciones. En muchos de ellos aún queda mucho por hacer, donde las necesidades de los vecinos son tan grandes que eclipsan todos los esfuerzos, aún sin perder la esperanza.
Que la solidaridad que nos unió en los momentos más difíciles siga estando presente en cada gesto, en cada acción, en cada decisión. Que la ayuda llegue a todos aquellos que la necesitan, para que puedan reconstruir el futuro por el que tanto han luchado, afrontando con valentía y dignidad los desafíos de un presente a veces implacable. Cuanto antes lo logremos, más fortaleceremos nuestro sentido de comunidad, nuestro sentido de país. Porque la memoria del camino recorrido, la confianza en el presente y la esperanza en el futuro son una parte esencial, quizás la más preciosa, pero también la más delicada, de nuestro bien común.
Que el espíritu de estos días de encuentro y convivencia se mantenga en el Año Nuevo y que tengáis -os deseo a vosotros, la Reina y a nuestras hijas, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía- una muy Feliz Navidad. »