LA OPINIÓN DEL “MUNDO” – DEBE VER
Con su título meditativo y este raro viaje de una mujer por las montañas del Himalaya, Shambhala, el reino de los cielosdel director nepalí Min Bahadur Bham, parece cumplir los requisitos del “cine mundial” y del cine emancipador. Paisajes espléndidos, aire fresco garantizado, una actriz luminosa y costumbres locales que harán abrir los ojos al espectador: todo esto está en Shambhalapero sería un poco simplista limitar la película a un programa de descubrimiento.
El director, budista y antropólogo, cuyo primer largometraje, Kalo Pothi, un pueblo en Nepal (2015), había representado a su país en los Oscar, añade poesía, se toma el tiempo para sugerir los pequeños cambios en la sociedad nepalí, sin recurrir a demasiados diálogos ya preparados.
Shambhalala primera película nepalí que compite en la Berlinale, se estrena en las alturas de un pueblo tibetano, donde la poliandria es tradición. La joven Pema (Thinley Lhamo) se casa con una familia de tres hombres, el mayor de los cuales es Tashi (Tenzin Dalha), aquel con quien se “consuma” la unión. El segundo hermano, Karma (Sonam Topden), es un monje y, en cuanto al último, es un niño turbulento. Junto a su padre y su madre, que le regalan un tocado de metal, la joven se prepara para la ceremonia, que se desarrolla al aire libre, alrededor de una fogata.
relación adúltera
Antes de partir durante unos meses para abastecer a la comunidad, el joven novio, Tashi, graba su nombre y el de su amante en piedras. Sin embargo, al día siguiente de su partida, la armonía rápidamente comienza a deteriorarse: Pema es acusada de haber tenido una relación adúltera con el maestro del pueblo, y su vientre creciente pregunta: ¿quién es el padre? El rumor, que se ha extendido, ha llegado visiblemente a Tashi, quien, en lugar de regresar para afrontar la situación, se instala en otro lugar y no aparece por ningún lado. Pema decide ir a buscarlo acompañada de Karma. Según la costumbre, corresponde a la mujer acusada de haber engañado a su marido demostrar su inocencia durante un ritual tan furtivo como definitivo.
Si se presta atención, los créditos iniciales, una sucesión de láminas de dibujos falsamente ingenuos, lo dicen todo o casi. Es hermoso ver cómo, entonces, el cineasta plasma en imágenes (durante más de dos horas) esta epopeya íntima y espiritual, donde los silencios, las miradas y la música embriagadora alcanzan un cierto magnetismo.
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