En Vidy-Lausanne hasta el 8 de diciembre y luego de gira, la directora Emilie Charriot orquesta “L’amante Anglaise” con tres personalidades fuertes, Nicolas Bouchaud, Laurent Poitrenaux y Dominique Reymond. Una obra de interrogatorios sobre un asesinato inexplicable.
La escena está delimitada por un gran cuadrado blanco. Por el lado de las habitaciones se accede a ella por una escalera del mismo tono. Arriba, iluminación cuadrilátera, dos sillas de los años 50 y listo. Firmada por Yves Godin, la escenografía evoca un escenario de danza y, de hecho, es una especie de baile al que vamos a presenciar en este “Amante Anglaise”. Desde su primer éxito, “King Kong Théorie”, la directora Emilie Charriot siempre ha privilegiado el teatro reducido a lo esencial: texto, personajes, luz, nada más.
Quien dice pelota dice bailes. Los de “El Amante Inglés” son bailes en pareja, tal vez un tango, porque a cada paso adelante siempre le siguen pasos hacia atrás. Creemos que estamos progresando, pero retrocedemos. Creemos que estamos tocando la verdad, pero se nos escapa.
Inspirado en una noticia
En 1949, se hablaba mucho en los periódicos franceses de “la ogresa de Savigny-sur-Orge”, alias “La desolladora tranquila”, Amélie Rabilloud. Señora, no todos los días una ama de casa aparentemente tranquila asesina a su marido y luego lo corta en pedazos. Gran lectora de noticias y apasionada sobre todo de los mecanismos del drama humano, Marguerite Duras se inspiró en este asunto para un primer texto teatral, “Les viaducs de la Seine-et-Oise” en 1960, al que siguió un segundo texto destinado para el escenario en 1967, “El Amante Inglés”.
Marguerite Duras es bromista. Su título es una pista falsa. Ningún británico amante de este crimen en gran medida reinventado. En el jardín del culpable crece… menta inglesa. Al dúo de marido y mujer, el autor añade una tercera persona: un primo sordomudo, que se queda a limpiar y cocinar. Ella será la víctima del asesinato. Y su cuerpo desmembrado será arrojado, pieza por pieza, a los trenes de mercancías que pasan cerca bajo un viaducto. En cuanto al motivo, también cambia bajo la pluma durassiana: Amélie Rabilloud fue golpeada y privada de todo por su marido verdugo. La asesina literaria, rebautizada como Claire Lannes, no tiene ningún motivo aparente, salvo una cierta locura. El asesinato está completo, Claire arrestada, “The English Lover” puede comenzar.
El doble de Marguerite Duras
El primero aquí es Nicolas Bouchaud. Animado y astuto, el actor encarna un personaje curioso. Ni juez de instrucción ni abogado, ni siquiera policía o psiquiatra. Es el doble de Duras. Simplemente intenta saber, responder a sus dos preguntas: ¿por qué y dónde está la cabeza que nunca fue encontrada? Antes de lanzarse a su sinuoso interrogatorio, Nicolas Bouchaud nos habla de la noticia, nos comparte el sonido de “La Madness”, una canción del grupo punk The Stranglers vinculada a una noticia más reciente que le había marcado: la historia de un estudiante caníbal japonés. Un posible personaje durassiano. Otro enigma, sin duda.
Entonces aquí está el marido de Claire. Vivo y bien. Más de veinte años de vida junto a su esposa a quien dice amar aunque parece no conocerla. El actor Laurent Poitrenaux, con un verbo al principio restringido, como atrapado en las convenciones burguesas, se sienta, un poco perdido, en medio del público. Se resiste a ciertas preguntas de Nicolas/Marguerite, antes de avanzar a su vez hacia el escenario. Nos enteramos de que Claire pasaba la mayor parte del tiempo sola en su jardín. En la mesa ya no hablaba. Él escapó, tuvo amantes mientras ella se encerraba en sus pensamientos. ¿Cuales? El marido realmente no sabe nada al respecto. Se rindió.
El asesino habla
Por fin está Claire, interpretada por la actriz Dominique Reymond, con el pelo recogido en una cola de caballo y un severo vestido negro que le da un aire de Môme Piaf o de sirvienta de un sacerdote. Su voz es densa, abrasiva, irónica, magnética. ¿Quién es esta mujer? ¿Qué experimentó y, sobre todo, perdió en el camino? Se creía que era afásica, el asesino habla y hasta mucho. Frente a ella, Nicolas/Marguerite intenta llevarla poco a poco al motivo de sus acciones y a la admisión de esta anomalía: la cabeza de la víctima falta. Ante nosotros emerge poco a poco un laberinto, el de la locura de Claire, de sus pensamientos obsesivos a los que deberíamos haber prestado atención, a los que deberíamos haber respondido, hace ya años, cuando no era demasiado. “Si no la hubiera matado, me habría matado a mí”, afirma el marido. Durante este intercambio, el marido merodea detrás de escena, atento y solitario.
Nicolas/Marguerite puede liderar esta bola de preguntas y respuestas, pero lo esencial se le escapa. “El amante inglés”, una pieza de interrogatorio eléctrica sin ser estática, hábilmente pulida para no ser sólo una historia de detectives, conserva su misterio insondable. “Sublime, inevitablemente sublime Claire L.”, podría haber añadido Marguerite Duras.
Thierry Sartoretti/mh
“El Amante inglés” de Marguerite Duras, dirigida por Emilie Charriot, Théâtre Vidy-Lausanne, hasta el 8 de diciembre de 2024; Théâtre de Saint-Gervais, Ginebra, del 30 de enero al 2 de febrero de 2025.