Renée Vivien, única

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La poeta Renée Vivien. IMÁGENES DE BRIDGEMAN

“Renée Vivien: ¿poética bajo influencia? », de Camille Islert, Presses universitaire de Lyon, “De ambos sexos y de los demás”, 624 p., 30 euros.

“Los Puros y los Impuros. Renée Vivien desconcierta a Colette”, de Géraldine Barbe, Page à Page, 216 p., 18 euros.

Ignorada durante mucho tiempo por la historia literaria, Renée Vivien (1877-1909) sería ahora, según Camille Islert, “a punto de convertirse en una figura reconocida de la literatura francesa”. La progresiva exhumación de su obra atestigua, por ejemplo, la reciente publicación de Poemas seleccionados (Puntos, 2018). Pero este reconocimiento tardío pone al poeta en riesgo de ser sometido a “Rejillas de lectura petrificantes” en el que, señala el académico, la crítica todavía a veces encierra a los autores.

Para evitar estos atajos le dedicó su tesis doctoral, que resultó en Renée Vivien: ¿poética bajo influencia? sin nunca “fetichizar” las determinaciones que pesan sobre la autora –mujer, lesbiana, etc.–, ni renunciar a contextualizar e historizar su producción, la profesora de estudios literarios de género en la Escuela Normal Superior de Lyon resalta la singularidad de la obra de Vivien, que considera ser un verdadero “una anomalía en el panorama literario”.

Porque si la Belle Epoque fue un momento privilegiado de “profusión de poesía femenina”esta oportunidad es también una forma de ” trampa “. Según Camille Islert, de hecho, el lugar de la mujer en la poesía sigue estando condicionado por la existencia de“un marco estético que promueve el mundo natural y sensible”y sus escritos sólo se aceptan “en la medida en que corroboren el orden social”.

Sin embargo, la obra de Renée Vivien escapa a la moda del vitalismo por su tonalidad. “resueltamente fin de siècle”, tanto como se destaca por su forma de trabajar la diversidad de las feminidades, y de resaltar una subjetividad lesbiana, incluso una verdadera “sujeto político lesbiano”. Desde entonces, “su obra resiste la disolución en la categoría de poesía femenina, sin ceder, sin embargo, a la valorización de la virilidad poética”.

A través del estudio de la recepción de la obra, Camille Islert expone las ambivalencias críticas hacia la producción literaria de las mujeres, revelando la “discurso marginador” que persiguió a una Renée Vivien encerrada en el mito reduccionista de “maldita mujer”. Pero el autor también rastrea lecturas que hicieron del poeta un simple imitador –de Baudelaire o Rimbaud, entre otros– para sostener que la obra de Renée Vivien puede leerse como una reflexión metaliteraria en acción, dentro de la cual la influencia, lejos de la imitación pasiva , es un verdadero trabajo de apropiación y redefinición del canon.

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