Reseña de la película María de Jessica Palud con Anamaria Vartolomei

Reseña de la película María de Jessica Palud con Anamaria Vartolomei
Reseña de la película María de Jessica Palud con Anamaria Vartolomei
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Lamentamos que la fuerza desplegada por Jessica Palud para mostrar la otra cara del rodaje de la sórdida escena de la violación -y lo que la llevó allí- se vaya desvaneciendo poco a poco en favor de una narración descuidada, aunque conmovedora.

Su nombre era María Schneider. Fille illégitime, rejetée par sa mère pour avoir voulu intégrer la tribu « officielle » de son père, l’acteur Daniel Gélin, l’adolescente a très tôt appréhendé le milieu du cinéma comme une seconde famille d’accueil, inexorablement proche et inaccessible à la vez. Entró por la puerta principal, pero finalmente no como actriz, etiqueta que inmediatamente le fue negada, porque, al aceptar rodar la licenciosa película de Bertolucci, inmediatamente se la comparó con su personaje, con la sexualidad que transmitía. Violada en el set, será considerada la no mujer, rechazada, una vez más y sin cesar, por los espectadores y las ligas de la virtud. Cansada de la guerra, y por haber estado demasiado absorta en aliviar el sufrimiento inducido por esta destrucción fundacional, acabará escondiéndose tras otra etiqueta, la de rebelde del cine francés, constelando su viaje con algunas joyas, un Antonioni y un Rivette en particular, como para demostrar su valía y recordarnos que la estrella no estaba simplemente disparando.

“La descripción del rodaje de El último tango, filmada como un baile ya no macabro sino tóxico, que realmente lo era, una fantasía co-construida de hombres que compartían el poder”

Dios, ella se movía y luchaba, María Schneider. Dios, desearíamos haber amado la película tanto como admiramos la real, que fue capaz de establecer inmediatamente una conexión con la parte dañada de nuestro ser. Como en el consentimiento, que la película nos recuerda a menudo, la elección de favorecer la narración, a la vez lineal y concebida como una sucesión de momentos clave, al tiempo que garantiza una pedagogía edificante y útil, se hace en detrimento de la profundidad de la introspección y del vértigo de la contemplación. . Anamaria Vartolomei, que no desmerece en perseguir el destino de su personaje cuya descripción es cada vez más chapucera, alterna entre una afectación a veces cercana a la sonrisa tonta y momentos de intensidad impresionante, pero fugaz.

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Lo esencial queda conseguido: la descripción del rodaje de El ultimo tango, filmada como una danza que ya no es macabra sino tóxica, que realmente lo era, una fantasía co-construida de hombres que compartían el poder por razones probablemente muy diferentes, en un pacto que generará una víctima sacrificial. La escena de la violación, bajo la mirada atónita de todo el equipo, que recuerda a la de la cena en la que la buena sociedad condescendiente elogiará la próxima ceremonia bajo la apariencia de desaprobación, provoca escalofríos. Matt Dillon, muy creíble como el desplomado Brando, repite en un susurro su máxima nauseabunda, escalofriante en su dimensión ilustrativa: “ A los niños se les educará hasta que aprendan a mentir”. Por tanto, no hay mucho más que añadir. Quizás por eso Jessica Palud parece haber tenido tantas dificultades para continuar.

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