Arquitectura y cine, una convergencia propicia a malentendidos

Arquitectura y cine, una convergencia propicia a malentendidos
Arquitectura y cine, una convergencia propicia a malentendidos
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Richard Linklater fue invitado por el Centro Pompidou, en marzo, a presentar Bernardette ha desaparecido, una película de 2019 nunca estrenada en Francia, en la que Cate Blanchett interpreta el papel de una arquitecta cuya creatividad se está agotando. Desposeída al inicio de su carrera de un proyecto en el que había puesto su alma, colgó los guantes desde muy joven, prefiriendo renunciar a su vocación antes que afrontar la parte incompresible de frustración y compromiso que esta dolorosa experiencia le había traído. le hizo comprender hasta qué punto ella era consustancial a él.

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El cineasta estadounidense insistió en la proximidad que percibía entre cine y arquitectura. Estas dos prácticas mantienen, según él, una relación similar con el tiempo. Se desarrollan durante un período largo, a veces elástico, se desarrollan en etapas sucesivas, estrictamente codificadas, y requieren, para encontrar su forma definitiva, una alineación de los planetas difícil de lograr. El miedo a no ver que se produzca esta alineación, o a tener que esperar demasiado para que se produzca, empuja a los creadores a ceder en su deseo. “El progreso del mundo no se basa en vuestro calendario. No renuncies a la película que tienes en mente porque el actor para el que escribiste el papel ya no está disponible para tus citas. No se debe hacer cine si no se tiene paciencia… Evidentemente, hacer cine también requiere impaciencia, trabajar todos los días para hacer tu película…”, declaró en marzo en el Centro Pompidou.

Un caso de libro de texto sobre el tema, Megalópolis de Francis Ford Coppola, llegó al Festival de Cannes en mayo tras una gestación de unos cuarenta años. Si el autor deApocalipsis ahora (1979) ha resistido todo este tiempo los embates del destino que se mostró implacable contra su proyecto, posiblemente sea porque la historia que había imaginado en torno a un arquitecto demiurgo que luchaba por imponer su visión resuena con la lucha que llevó a cabo a lo largo de su vida por su Independencia artística.

Representación de fantasía

En cualquier caso, no es por pasión por la arquitectura. Sólo hay que ver el trato que ha reservado a la ciudad donde se desarrolla la película para convencerse del poco interés que tiene por la disciplina. Hibridación bañada en un fondo de salsa digital con reflejos dorados de un estudio de cine neoyorquino de los años 50 y algunas ideas vagas que supuestamente evocan la antigua Roma, la Nueva Roma de Megalópolis Sólo es una ciudad porque el espectador acepta creerla. En cuanto al proyecto utópico imaginado por el protagonista, una ciudad verde en la que ninguno de sus habitantes vivirá a más de cinco minutos a pie de un parque, parece sacado directamente de un prospecto de The Line, un proyecto de ciudad futurista situado en el corazón del desierto promovido desde 2016 por el reino saudí. Si la película dice algo sobre la relación entre arquitectura y cine, es en esta conexión que opera con el mundo real, y a pesar de sí mismo.

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