Silvina Ocampo como figura tutelar

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La escritora y editora Silvina Ocampo, en París, en 1973. PEPE FERNÁNDEZ

“Hermana menor.” Un retrato de Silvina Ocampo” (La hermana menor. Un retrato de Silvina Ocampo), de Mariana Enriquez, traducida del español (Argentina) por Anne Plantagenet, El sótano, 304 p., 22,50 €, digital 15 €.

Hermano del anterior. Ésta es la expresión reconocida en los diccionarios de nombres propios. Es también el título que eligió el psicoanalista J.-B Pontalis (Gallimard, 2006) para examinar parejas de hermanos famosos desde Abel y Caín y forjar en el proceso el concepto irónico de “frerocidad”.

Mariana Enríquez traslada este enfoque al mundo femenino. En la hermanita – que logra, en Francia, Lo que perdimos en el fuego, Nuestra parte de la noche y a Peligros de fumar en la camatodo brillantemente traducido por Anne Plantagenet y publicado por Editions du sous-sol, en 2017, 2021 y 2023 -, la escritora argentina pinta el retrato de Silvina Ocampo (1903-1993), “hermana de la anterior” – en este caso la gran Victoria Ocampo (1890-1979). Escritor, editor, mecenas y fundador, en los años 1930, de la revista literaria Seguro (“sur”), este último fue el introductor en la Argentina del filósofo alemán Theodor Adorno, del escritor indio Rabindranath Tagore, amigo de Virginia Woolf y, según Enríquez, “una de las mujeres más importantes del siglo XXmi siglo en Argentina, al mismo nivel que Eva Perón, quien podría ser su reflejo al revés.

No es fácil, cuando se tienen pretensiones literarias, ser la hermana pequeña de la olímpica Victoria. Por si fuera poco, Silvina se casó con el escritor Adolfo Bioy Casares (1914-1999), el mejor amigo de Jorge Luis Borges (1899-1986), quien venía todas las noches a cenar a « les Bioy ». Hermana de, esposa de, amiga de…: es para liberar a Silvina de todos estos vínculos que Enríquez se interesa por ella. Pone a la luz la personalidad libre, compleja y esquiva de quien no sólo fue una de las grandes escritoras de la literatura latinoamericana (como la brasileña Clarice Lispector, la mexicana Amparo Dávila o la chilena Gabriela Mistral). Pero quién hoy representa una figura tutelar, casi un fetiche, para toda una generación de jóvenes autores argentinos.

Polifonía

Sin embargo, fue la pintura lo que primero le atrajo. Cuando sus padres, aristócratas ricos, le sugirieron que estudiara en París, Silvina se convirtió en alumna de Giorgio De Chirico y Fernand Léger. La literatura viene después. Pero la imaginación de Silvina no tiene éxito: demasiado cruda, demasiado desviada, demasiado desaliñada, en una época en la que nos gusta la prosa cuidada. “En la biblioteca de la casa de mi infancia había un solo libro de Silvina Ocampo. Era una antología de cuentos llamada El pecado mortal »recuerda Mariana Enríquez. Su madre le advierte: “Ocampo es muy raro. » Suficiente para despertar la curiosidad de Enríquez, quien más tarde descubrió elAntología de la literatura fantástica. (“Antología de literatura fantástica”, 1940, sin traducir), firmada por Silvina Ocampo, Borges y Bioy Casares. “¿Qué carajo es la Biblia?”escribe: una selección “de una subjetividad y un eclecticismo tremendamente modernos”.

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