Bajo la batuta de Yannick Nézet-Séguin, la Valquiria en Baden-Baden

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Baden-Baden. Palacio de Festivales. 28-IV-2024. Richard Wagner (1813-1883): Die Walküre, primer día del festival escénico Der Ring des Nibelungen. Con Stanislas de Barbeyrac, tenor (Siegmund); Soloman Howard, bajo (Hunding); Brian Mulligan, barítono (Wotan); Elza van den Heever, soprano (Sieglinde); Tamara Wilson, soprano (Brünnhilde); Karen Cargill, mezzosoprano (Fricka); Bretaña Olivia Logan, soprano (Gerhilde); Jystina Bluj, soprano (Ortlinde); Iris van Wijnen, mezzosoprano (Waltraute); Anna Kissjudit, mezzosoprano (schwertleita); Jessica Faselt, soprano (Helmwige); María Barakova, mezzosoprano (Siegrune); Ronnita Miller, mezzosoprano (Grimgerde); Catriona Morison, mezzosoprano (Roßweiße). Orquesta Filarmónica de Róterdam, dirección: Yannick Nézet-Séguin

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Lectura fina y transparente de una de las obras maestras de Richard Wagner. Un elenco joven renueva el enfoque tradicional del maestro de Bayreuth.


Este valquiria La actuación de alto nivel ofrecida en el Festival Hall de Baden-Baden por la Orquesta Filarmónica de Róterdam bajo la dirección de Yannick Nézet-Séguin es evidentemente una continuación de la gira oro del Rin desde hace dos años. Mismo concepto que con el Prólogo de The Ring, ya que el primer día se da aquí en versión concierto, con los pequeños problemas logísticos que en ocasiones puede ocasionar esta modalidad. Algunos cantantes esbozan tímidamente algunas expresiones faciales o gestos escénicos, mientras que otros, visiblemente acostumbrados a desempeñar su papel en el escenario, no dudan en interpretar su personaje directamente. Algunos abandonan el escenario cuando se supone que su personaje debe abandonar el escenario, otros se van cuando ya no tienen nada más que cantar aunque se supone que su personaje debe permanecer en el escenario… ¡No importa! El público comprenderá desde las primeras notas que es de la orquesta de donde surgirá el teatro. De hecho, encontramos, bajo la dirección de Yannick Nézet-Séguin, la misma incandescencia orquestal que hace dos años, esta conflagración llevada a la vez por una rara atención al detalle y por una preocupación constante por controlar las oleadas orquestales. Entre los momentos mágicos de la velada incluiremos el del primer acto donde Siegmund toma la espada, el anuncio de la muerte de este personaje en el segundo y por supuesto el encantamiento del fuego en el último acto. Pero es sobre todo la capacidad del director para extraer de la masa sonora un verdadero tejido narrativo lo que hace que esta lectura la valquiria fascinante, porque en ningún momento se interrumpe el diálogo entre los cantantes y los instrumentos de la orquesta. Pocas veces los solos orquestales –el sublime violonchelo del primer acto, el corno inglés y los oboes al inicio del gran dúo del tercer acto…– han desempeñado su papel hasta tal punto, y la milagrosa pasta sonora diseñada por Wagner emerge de este concierto con una transparencia extraordinaria. De más está decir que en ningún momento, y a pesar de que la orquesta estaba colocada en el escenario y no en el foso, hubo un solo cantante cubierto por la orquesta.

Es cierto que el reparto reunido en el set es particularmente apropiado, aunque para muchos cantantes se trata de una asunción de roles. En primer lugar, destacaremos un octeto excepcional de las Valquirias, con timbres idealmente afinados y perfectamente individualizados. Muchos nombres a seguir entre estos ocho jóvenes cantantes. Muy comprometida teatralmente y visiblemente experimentada en el escenario, Karen Cargill es una Fricka imperiosa y vengativa a voluntad, que logra en diez minutos, gracias a un canto autoritario e incisivo, cambiar el curso del destino. Frente a ella, Brian Mulligan es un Wotan con una voz poderosa y rica, tanto de bajo de barítono, completamente entrañable en las debilidades y contradicciones de este personaje particularmente torturado. La declamación del alemán le pone a veces en dificultades, especialmente durante los largos monólogos del segundo acto, pero el comportamiento ejemplar de su voz le permite encontrar en el tercero acentos muy conmovedores para el último adiós a su hija. Esta última está brillantemente interpretada por Tamara Wilson, que interpreta a Brünnhilde con una juventud casi adolescente. ¡No es que a la voz le falte volumen! Su soprano es amplia y perfectamente proyectada, y actúa con honor en los “Hojotohos” del segundo acto. A nivel dramático, la cantante estadounidense proyecta la imagen de un personaje aún joven y rebelde, que asume con orgullo las consecuencias de sus actos y está dispuesto a afrontar su destino. Estamos esperando impacientes a ver cómo evolucionará la encarnación del personaje con el tiempo, tanto con la probable asunción del papel de las otras dos Brünnhilde como con la maduración del de la valquiria.

A nivel estrictamente vocal y musical, la mayor satisfacción proviene de los héroes del primer acto, aunque la impresión que deja Soloman Howard como Hunding no será necesariamente memorable. Su voz es ciertamente oscura y cavernosa, pero el canto podría ser un poco más controlado. Como era de esperar, Elza van den Heever causa una fuerte impresión como Sieglinde, un personaje cuyas notas graves y resplandecientes notas altas se combinan al mismo tiempo. Un vibrato ligeramente invasivo apenas contamina algunas frases en los medios, lo que no impide muchos momentos maravillosos, incluido un “¡O hehrstes Wunder!” » antología. Sin querer caer en un chauvinismo un tanto primario, es precisamente a Stanislas de Barbeyrac a quien debemos la encarnación más bella. Qué oportunidad de escuchar por fin un papel de tenor wagneriano interpretado por un cantante con medios esencialmente líricos, cuyos colores ligeramente barítonos se adaptan perfectamente a la escritura vocal de Siegmund. No sabemos si admirar más la infinidad de matices, la inefable belleza de los fraseos o la variedad de dinámicas. Si nos sorprende el lirismo de “Winterstürme wichen dem Wonnemmond”, también nos sorprende el valor completamente controlado de los dos “Wälse! », cantada con toda la musicalidad requerida. Que este viejo Tamino no se apresure demasiado hacia trabajos wagnerianos más pesados, eso no nos impedirá soñar con el Lohengrin o el Parsifal que anhelamos. A la espera de estos futuros encuentros, también esperamos una secuela de este Oro del Rin y esto valquiria que emocionó al público del Festspielhaus de Baden-Baden, muy generoso con aplausos y vítores.

Crédito de la foto: Elza van den Heever, Stanislas de Barbeyrac, Yannick Nézet-Séguin y la Orquesta Filarmónica de Róterdam © Andrea Kremper

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Baden-Baden. Palacio de Festivales. 28-IV-2024. Richard Wagner (1813-1883): Die Walküre, primer día del festival escénico Der Ring des Nibelungen. Con Stanislas de Barbeyrac, tenor (Siegmund); Soloman Howard, bajo (Hunding); Brian Mulligan, barítono (Wotan); Elza van den Heever, soprano (Sieglinde); Tamara Wilson, soprano (Brünnhilde); Karen Cargill, mezzosoprano (Fricka); Bretaña Olivia Logan, soprano (Gerhilde); Jystina Bluj, soprano (Ortlinde); Iris van Wijnen, mezzosoprano (Waltraute); Anna Kissjudit, mezzosoprano (schwertleita); Jessica Faselt, soprano (Helmwige); María Barakova, mezzosoprano (Siegrune); Ronnita Miller, mezzosoprano (Grimgerde); Catriona Morison, mezzosoprano (Roßweiße). Orquesta Filarmónica de Róterdam, dirección: Yannick Nézet-Séguin

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