En Madagascar, una carrera contrarreloj para salvar los últimos bosques

-

La población prende fuego alrededor de los baobabs para preparar los campos para el cultivo del maíz en el pueblo de Kirindy (Morondave), en Madagascar, en 2013. PASCAL MAITRE/MYOP

Desde hace mucho tiempo, la reserva especial Ambohitantely no es más que una ciudadela asediada, sumergida en una interminable extensión de sabana cubierta de hierba. Situada a cuatro horas en coche al noroeste de Antananarivo, con sus palmeras y orquídeas endémicas, alberga uno de los últimos bosques densos de las tierras altas de Madagascar, testigo de paisajes hoy desaparecidos. De los 56 kilómetros cuadrados protegidos en su creación a principios de los años 1980, sólo quedan 14, defendidos pieza por pieza.

Esta mañana, los aldeanos vinieron desde el fondo del valle para ayudar a limpiar las franjas cortafuegos que rodean el área protegida. “Cada año hay que empezar de nuevo. Es un trabajo tedioso y caro para el que tenemos pocos recursos”explica el jefe de sector Razakaria Ramandason, empleado de los Parques Nacionales de Madagascar (MNP), encargado de vigilar esta última plaza forestal junto con otros seis guardias.

Dentro de unas semanas comenzará la temporada de incendios forestales, que transformará la sabana en una alfombra de cenizas, que pronto será sinónimo de generosos pastos para los pastores de cebúes y de nuevos campos para los agricultores tras los claros. Vista desde el cielo, toda la isla da la impresión de estar incendiada.

Unas 80.000 hectáreas de bosques naturales se habrán evaporado en 2023, transformados principalmente en cultivos de tala y quema o carbón vegetal para una población predominantemente rural sin acceso a la energía. Año tras año, la gran isla del Océano Índico, donde se concentra el 5% de la biodiversidad mundial, está perdiendo inexorablemente sus bosques. Casi la mitad han desaparecido en sesenta años y los que quedan están cada vez más fragmentados, según un estudio publicado en 2018 por Ghislain Vieilledent, investigador del Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agrícola para el Desarrollo (CIRAD).

“La preocupación está ahí”

“Aún no lo hemos perdido todo. Pero la preocupación está ahí porque estamos condenados a jugar a ser bomberos sin haber encontrado soluciones duraderas para proteger los bosques”, señala Bruno Rajaspera, director de la oficina en el país de la ONG estadounidense Conservación Internacional. Esta asociación no es un actor insignificante en Madagascar. Está en el origen de la mayoría de los grandes compromisos asumidos por el país, como la decisión de 2002 de triplicar la superficie de áreas protegidas hasta alcanzar el 15% del territorio nacional. Unos años antes, Russell Mittermeier, primatólogo contratado por la ONG y especialista en lémures, había identificado a Madagascar como uno de los Puntos calientes (” “puntos calientes”) de la biodiversidad mundial en los que la emergencia requería que se concentraran esfuerzos y financiación.

Te queda el 69,34% de este artículo por leer. El resto está reservado para suscriptores.

-

NEXT Macron pide una “gran reunión, claramente democrática y republicana” en la segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia