Si las siete plagas de la delincuencia azotan a Francia desde hace cuarenta años, el robo de material de construcción podría parecer casi anecdótico. Sin embargo, como demuestran las últimas noticias, el fenómeno está adquiriendo una magnitud particular y demuestra, una vez más, que el restablecimiento de las fronteras es fundamental y urgente…
10 robos en obras de construcción por día
Este sábado por la noche, en Mérignac, cerca de Burdeos, la policía fue llamada por un robo en una obra. Al llegar cerca, los agentes vieron una retroexcavadora avanzando por una larga avenida. La policía inmediatamente se interpone en su camino, pensando en detenerlo… ¡pero la retroexcavadora continúa su camino! Activa su excavadora mecánica y embiste –literalmente– la furgoneta de la policía. La máquina finalmente se detuvo y, dentro, la policía encontró a dos matones de 15 años. Dicen que tomaron la retroexcavadora para “divertirse”.
Este asunto habría tenido su lugar en los álbumes de Quick y Flupke si el fenómeno no fuera mucho más importante. Se está generalizando tanto que los sindicatos de la construcción exigen medidas… e incluso están adaptando sus prácticas. Las máquinas de construcción todavía están mal protegidas (a menudo se abren con una simple llave) y, sin embargo, su valor es elevado: desde 30.000 euros por una retroexcavadora hasta 250.000 euros por una niveladora. Más allá del atractivo de las ganancias, la laxitud judicial añade razones para que los ladrones prueben suerte.
Y el tema adquiere una importante dimensión económica: según un informe, los daños totales ascenderían a mil millones de euros, sin contar los equipos ligeros, estadísticamente mucho más robados (señalizaciones, herramientas, etc.). Y lo que empuja a la industria a cambiar a equipos desechables… Un empresario da testimonio, por ejemplo, de Francia 2 a un coste de 10.000 euros al año para controlar sus obras.
Y, una vez más, esta delincuencia está muy ligada a la inmigración. Los actores del sector son unánimes: son las redes extranjeras, principalmente de Europa del Este, las que están detrás de los robos. Así, encontramos dispositivos robados tanto en Francia como en Rusia…
El fin de la sociedad “confiable”
El robo de máquinas es una ilustración extravagante del fin de Francia como sociedad “confiable”. Durante décadas, los equipos de construcción, sobre todo porque son especialmente pesados, parecían estar fuera del alcance de los ladrones comunes. A un ladrón no se le habría ocurrido intentar llevárselo. ¿La prueba? La notoria ligereza a la hora de asegurar estas máquinas que la mayoría de las veces se abren con llaves muy sencillas. Pero en el “archipiélago francés”, incluso la obra de Notre-Dame, que parecía merecer el respeto unánime de la población, sufrió intrusiones.
De hecho, en una sociedad sin confianza, no sólo las leyes se vuelven esenciales para prevenir todo comportamiento antisocial, sino que también es necesario que haya un policía detrás de cada centímetro cuadrado del territorio para garantizar que estas leyes sean respetadas.
Así, porque la inmigración socava la confianza interpersonal y, en este caso, porque es una condición esencial para la existencia de esta red de ladrones de obras (provenientes de Europa del Este), el vínculo con la inseguridad queda nuevamente demostrado. Esta verdad es tan evidente que sólo queda la peor mala fe para no reconocerla.
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