Argelia alza la voz. En un significativo gesto diplomático, Argel convocó al embajador francés, Stéphane Romatet, para expresar su indignación por lo que califica de provocaciones e injerencias inaceptables. Una decisión que se produce en un contexto de revelaciones inquietantes que acusan a los servicios de inteligencia franceses (DGSE) de maniobras destinadas a desestabilizar el país y que marca un nuevo hito en unas relaciones bilaterales ya muy tensas.
Las relaciones entre Argelia y Francia atraviesan una nueva zona de turbulencias. La convocatoria del embajador de Francia en Argel por parte del Ministerio de Asuntos Exteriores argelino constituye un fuerte acto diplomático. Este acercamiento se produce en un contexto tenso, marcado por graves acusaciones contra los servicios de inteligencia franceses por su presunta participación en una campaña de desestabilización en Argelia. El episodio ilustra la exacerbación de las tensiones entre los dos países, en un contexto de repetidas provocaciones y supuestas injerencias.
DNAlgérie ha sabido de fuentes fiables que esta convocatoria refleja la desaprobación de las más altas autoridades argelinas ante lo que califican de actos hostiles por parte de Francia. Las acusaciones se refieren, en particular, a una campaña dirigida por la DGSE para reclutar a ex terroristas argelinos con fines subversivos. Uno de los ejemplos citados es el de Mohamed Amine Aissaoui, ex miembro de un grupo terrorista, que testificó en el canal AL24 denunciando un intento de manipulación por parte de los servicios franceses.
Las autoridades argelinas, lejos de minimizar la cuestión, han indicado que estas acciones no quedarán sin consecuencias. En un contundente comunicado advirtieron que tomarían las medidas necesarias para defender su soberanía ante cualquier intento de injerencia extranjera.
Esta convocatoria se produce tras una serie de acontecimientos que socavaron gravemente la confianza entre Argel y París. La detención de Boualem Sansal, escritor argelino acusado de haber realizado comentarios que socavaban la integridad territorial de Argelia, provocó una ola de críticas en los medios de comunicación franceses. La cobertura mediática orquestada en Francia fue vista en Argelia como un ataque frontal, con acusaciones de parcialidad y desinformación. Este clima de tensión se vio amplificado por declaraciones incendiarias de ciertas figuras públicas francesas, en particular Bernard-Henri Lévy, conocido por sus fuertes posiciones en asuntos internacionales.
Estos incidentes se enmarcan en una serie de gestos percibidos como hostiles por Argel: el supuesto apoyo de París a los movimientos disidentes MAK y Rachad, acusados de promover actividades terroristas en Argelia, así como la falta de cooperación en las investigaciones de casos sensibles como este. como la incautación de armas en el puerto de Béjaïa. A esto se suman las recurrentes fricciones diplomáticas, exacerbadas por las posiciones divergentes de ambos países en cuestiones regionales como el Sáhara Occidental.
Ante esta situación, Argelia ha optado por una estrategia de firmeza diplomática evitando excesos retóricos. Al llamar a su embajador en París el pasado mes de julio, Argel ya había expresado su descontento por el creciente apoyo de Francia al plan marroquí de autonomía para el Sáhara Occidental, una posición considerada como una afrenta directa. Esta nueva convocatoria del embajador de Francia en Argel es una continuación de esta postura firme.
Sin embargo, Argelia insistió en permanecer dentro de los marcos formales de las relaciones internacionales. Rechaza los insultos y las calumnias e insiste en la necesidad de preservar la dignidad mutua en los intercambios. Al basarse en principios diplomáticos, Argel no sólo busca defenderse sino también enviar una señal contundente a la opinión pública nacional e internacional.
Este aumento de las tensiones se produce en un contexto en el que algunos observadores acusan a la clase política francesa de desviar la atención de los problemas internos señalando a Argelia. La crisis económica, los movimientos sociales y las divisiones políticas en Francia crean un terreno fértil para este tipo de estrategia de distracción. Al convertir a Argelia en chivo expiatorio, algunos lobbies en Francia quizás buscan fortalecer un sentimiento de unidad nacional frente a un “enemigo externo”. Sin embargo, este enfoque podría resultar contraproducente y alimentar aún más el resentimiento argelino.
Para Argelia, este episodio es una oportunidad para recordar la importancia de la vigilancia ante las maniobras extranjeras. La firmeza mostrada por Argel no sólo pretende proteger su soberanía, sino también demostrar que no dudará en tomar medidas radicales si la situación lo requiere. Este enfrentamiento diplomático podría intensificarse aún más si Francia no modera sus posiciones o si nuevas revelaciones corroboran las acusaciones formuladas contra los servicios de inteligencia franceses.
En definitiva, esta convocatoria es un acto político de gran trascendencia. Marca un punto de inflexión en la gestión de las relaciones bilaterales entre Argelia y Francia, que exige una revisión de las prácticas y una reafirmación de los principios de respeto mutuo. Ante estas tensiones, el diálogo parece más necesario que nunca para evitar que las diferencias se conviertan en conflictos abiertos.
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