Israelíes y palestinos dan la bienvenida a la probable victoria de Donald Trump en medio del caos político. Israel se despertó el miércoles con una aguda incertidumbre política. La destitución de su ministro de Defensa, Yoav Gallant, por parte de Benjamín Netanyahu el martes por la tarde empujó a miles de israelíes a las calles y podría sacar a la oposición del letargo colectivo que ha caracterizado su conducta durante los últimos doce meses. Los canales israelíes, como Al Jazeera, los más vistos entre los palestinos, retransmiten en directo las elecciones estadounidenses. El sentimiento popular ante el anuncio de una probable victoria de Donald Trump parecía ser la ansiedad, la de un posible caos impredecible tras el regreso del multimillonario a la Casa Blanca. Para los palestinos, que siguen muriendo por decenas cada día en Gaza, es difícil creer que el cambio en el liderazgo estadounidense tendrá un efecto directo en su condición nacional. Entre los políticos israelíes, la extrema derecha, fuerza impulsora del gobierno, rápidamente expresó su alegría. Los supremacistas judíos Betzalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir, ministros de Finanzas y Seguridad respectivamente, enviaron emoticonos de banderas israelíes y estadounidenses en sus redes, con un «Dios bendiga a América» para Smotrich y un simple «Síiiiiii» para su colega, un colono de Hebrón. Entre los comentaristas israelíes, las sonrisas eran raras, pero algunos aun así acogieron con agrado la posibilidad de una actitud más dura por parte de Washington hacia Teherán. “Al fin y al cabo, la energía nuclear iraní es nuestro único problema existencial. Nosotros nos encargaremos de todo lo demás”. escribió el periodista Ben Caspit, biógrafo y virulento crítico de Benjamin Netanyahu. Nicolás Rouger.
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