En “Babygirl”, que se estrena este miércoles, Nicole Kidman interpreta a una empresaria neoyorquina que comienza una aventura con su joven becaria. Un papel sulfuroso premiado en el Festival de Cine de Venecia. Un buen augurio para los Oscar.
Después de “Eyes Wide Shut” de Stanley Kubrick o “Paperboy” de Lee Daniels, este miércoles los espectadores encontrarán en el cine a Nicole Kidman presa de sus fantasías. En “Babygirl” de la directora y guionista holandesa Halina Reijn, la actriz de 57 años se mete en la piel de Romy, una magnate de la industria tecnológica que domina con maestría su destino profesional. En la superficie, el éxito parece acompañar a esta mujer poderosa y ambiciosa, también madre de dos hijas.
Pero en el ámbito privado la realidad es bien distinta. Romy, que se niega a envejecer y prefiere disimular sus arrugas con botox, lucha por encontrar el éxtasis con su marido Jacob (Antonio Banderas). La llegada a su compañía de Samuel (Harris Dickinson), un joven y atractivo becario de unos veinte años, despierta en ella deseos enterrados. Comienza entonces un juego de dominación y sadomasoquismo que podría tener consecuencias desastrosas. Una relación extramatrimonial tan intensa como destructiva.
“Es una película sobre el deseo, el placer, los defectos internos, el secreto, el matrimonio, la verdad, el poder y el consentimiento. (…) Espero que esta historia sea liberadora. Está contada por una mujer y a través de su mirada femenina, eso es lo que la hace tan única para mí”, explicó Nicole Kidman durante la presentación de “Babygirl” en la 81ª edición del Festival de Cine de Venecia el pasado mes de septiembre. , al final del cual la estrella de Hollywood, que juega con su imagen, se llevó la Copa Volpi a la mejor actriz. ¿Y si ganara el Oscar el próximo mes de marzo?
