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François Bayrou ama su ciudad de Pau, de la que ha decidido seguir siendo alcalde. Siempre se destacan sus orígenes campesinos bearneses. Se trata, pues, de un Primer Ministro arraigado en su región suroeste, biógrafo del buen rey Enrique IV, que comparece este martes 14 de enero ante el Parlamento para su “declaración de política general”, cuyo objetivo se puede resumir en una palabra. : presupuesto. El Primer Ministro francés no tiene en la mira otro objetivo que su futuro proyecto de ley de finanzas modificador. Francia debe hacer sus cuentas y sabemos de antemano que no serán buenas. Entonces, ¿qué hacer? Nada. Excepto, tal vez, dejar pasar simbólicamente la edad de jubilación para apaciguar a los socialistas. En cualquier caso, el país permanecerá estacionario hasta 2027.
Inmóvil. Congelado. Anticuado. Estas palabras también me vinieron a la mente al leer los retratos del bretón Jean-Marie Le Pen, alias “el Menhir”, enterrado el 11 de enero en La Trinité-sur-Mer. El jueves 16 de enero se celebrará también en París una misa de homenaje al hombre que encarnó la extrema derecha política durante medio siglo. ¿Qué recordar? El regreso del pasado. Argelia francesa. Los buenos tiempos de las colonias. El odio a lo que se ha convertido la República. Elogio de la tierra que “no miente” (como le gustaba decir al mariscal Pétain). No sé qué piensan ustedes, pero tengo la impresión de que el tiempo se está deteniendo en Francia, hasta las próximas elecciones presidenciales.
¿Qué pasaría si la Francia de 2025 resistiera con lo que mejor sabe hacer (y lo que le causa más daño): la inacción?
¡Feliz lectura y no te olvides del “Vert galant”!
(Para debatir: [email protected])
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