Dejemos que las armas callen, reconciliémonos con Dios y con los demás.

Dejemos que las armas callen, reconciliémonos con Dios y con los demás.
Dejemos que las armas callen, reconciliémonos con Dios y con los demás.
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En el mensaje Urbi et Orbi la mirada está puesta en la humanidad herida por las guerras en todos los continentes y en Cristo, como verdadera Puerta a cruzar en el Año Jubilar que acaba de comenzar. “Que la Navidad traiga consuelo a quienes en Myanmar se ven obligados a huir de sus hogares”. Gracias “a los misioneros esparcidos por el mundo, que llevan luz y consuelo a tantas personas en dificultad”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Una invitación a “cada persona, cada pueblo y nación a tener la valentía de cruzar la Puerta, a convertirse en peregrinos de la esperanza, a silenciar las armas y superar las divisiones”. Es el llamamiento que el Papa Francisco – tras abrir anoche la Puerta Santa de la basílica vaticanainaugurando el Jubileo 2025 – se dirigió al mundo entero en su mensaje Urbi et Orbi desde la galería de bendición de San Pedro con sus mejores deseos de Feliz Navidad.

“Esta noche – dijo el Papa – se ha renovado el misterio que no deja de sorprendernos y conmovernos: la Virgen María dio a luz a Jesús, el Hijo de Dios. Sí, este acontecimiento, ocurrido hace más de dos mil años, sí se renueva. la obra del Espíritu Santo. Y así hoy, en las dificultades de nuestro tiempo, se encarna de nuevo y verdaderamente el Verbo eterno de salvación, que dice a cada hombre y a cada mujer, que dice al mundo entero: “Te amo, te perdono, vuélvete a mí”. , la puerta de mi corazón está abierta’. Dejémonos perdonar: Dios perdona siempre, Dios perdona todo”.

Este es el significado de la Puerta Santa que Francisco abrió anoche y que acogerá a los peregrinos en Roma durante todo un año. “Representa a Jesús, la Puerta de la salvación abierta para todos – explicó el Papa -. ¡Hermanos y hermanas, no temáis! La Puerta está abierta, está abierta de par en par, no hay necesidad de llamar. ¡Venir! Dejémonos reconciliar con Dios, y entonces nos reconciliaremos con nosotros mismos y podremos reconciliarnos unos con otros, incluso con nuestros enemigos. La misericordia de Dios lo puede todo, desata todo nudo, derriba todo muro de división, disuelve el odio y el espíritu de venganza. ¡Venir! Jesús es la Puerta de la Paz.”

Y es la invitación que Francisco ha vuelto a dirigir a todos los pueblos del mundo, en particular a los más dolorosamente heridos por la guerra. “Que se callen las armas en la Ucrania atormentada – pidió -. Tengamos la audacia de abrir la puerta a la negociación y a los gestos de diálogo y encuentro, para llegar a una paz justa y duradera”. Que las armas guarden silencio también en Oriente Medio: “Con los ojos fijos en la cuna de Belén, dirijo mi pensamiento a las comunidades cristianas en Israel y Palestina, en particular en Gaza, donde la situación humanitaria es muy grave – afirmó el pontífice-. Que cese el fuego, se libere a los rehenes y se ayude a la población agotada por el hambre y la guerra. Estoy también cerca de la comunidad cristiana del Líbano, especialmente del sur, y de Siria, en este momento delicado. Que se abran las puertas del diálogo y de la paz en toda la región desgarrada por el conflicto”.

Pero también hay muchas otras naciones arrodilladas por los conflictos: Francisco recordó expresamente al pueblo libio, que aún busca la reconciliación nacional, Sudán, la República Democrática del Congo, Burkina Faso, Malí, Níger, Mozambique. “Que el anuncio de la Navidad – prosiguió, volviendo la mirada hacia Asia – traiga consuelo a los habitantes de Myanmar, que, debido a los continuos enfrentamientos armados, sufren graves sufrimientos y se ven obligados a huir de sus hogares”.

Para el continente americano pidió “soluciones efectivas en verdad y justicia, para promover la armonía social, en particular en Haití, Venezuela, Colombia y Nicaragua”. No dejó de recordar los muros de separación que es necesario derribar, “los ideológicos, que tantas veces marcan la vida política, y los físicos, como la división que afecta a la isla de Chipre desde hace cincuenta años y que ha desgarrado su tejido humano y social”.

Sin embargo, volver a cruzar la puerta abierta de par en par que es Jesús pide también a todos “redescubrir el sentido de nuestra existencia y el carácter sagrado de cada vida”, recuperando “los valores fundacionales de la familia humana”. “Nos espera en el umbral – prosiguió el Papa -. Nos espera a cada uno de nosotros, especialmente a los más frágiles: los niños que sufren la guerra y el hambre, los ancianos a menudo obligados a vivir en condiciones de soledad y abandono, los que han perdido sus hogares o huyen de sus tierras, los que las han perdido o los prisioneros no pueden. encuentran trabajo, los que son perseguidos por su fe y son muchos.”

Pero en esta Navidad que abre el Jubileo, el Papa Francisco nos invitó también a no dejar de agradecer a “quienes hacen todo lo posible por el bien de manera silenciosa y fiel: pienso en los padres, los educadores y los profesores – enumera – que tienen la gran responsabilidad de formar a las generaciones futuras; pienso en los agentes sanitarios, en los agentes del orden, en los que participan en obras de caridad, especialmente en los misioneros esparcidos por el mundo, que llevan luz y consuelo a tantas personas en dificultad”.

Por último, citó el llamamiento del Jubileo para condonar las deudas, “especialmente las que pesan sobre los países más pobres”. Pero es cada uno de nosotros el que está llamado a “perdonar las ofensas recibidas, porque el Hijo de Dios, que nació en el frío y la oscuridad de la noche, perdona todas nuestras deudas”. Vino a curarnos y a perdonarnos – concluyó el pontífice -. Peregrinos de la esperanza, ¡vamos a su encuentro! Abrámosle las puertas de nuestro corazón, como él nos abrió las puertas de su corazón”.

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