Es un veredicto que ya está dando la vuelta al mundo. Este jueves, el tribunal penal de Vaucluse se pronunció tras cuatro meses de juicio: según las requisas, los acusados de Mazan son, con una excepción, declarados culpables de violación o intento de violación con agravantes. Dominique Pélicot, artífice del terrible dispositivo que permitió la violación sistemática de su esposa durante 10 años, recibe 20 años de prisión penal, la pena máxima por actos de violación agravada.
Ningún acusado fue absuelto, sólo un requerimiento por violación fue reclasificado como agresión sexual. Las penas impuestas a los cómplices de Dominique Pélicot oscilan entre 3 años, 2 de ellos suspendidos, y 15 años de prisión. Sentencias inferiores a las solicitadas por los fiscales, pidiendo una sentencia mínima de 4 años así como una sentencia mínima de 10 años por las violaciones. Frente al tribunal, mezcladas con el público de periodistas, varias decenas de personas se acercaron para mostrar su apoyo a la mujer convertida en un auténtico icono de la lucha contra la violencia sexual, aclamada durante su visita.
Tras el veredicto, Gisèle Pélicot tomó la palabra para reafirmar la intención de su enfoque cuando abrió al mundo las puertas del juicio el 2 de septiembre. “ Quería (…) que la sociedad pudiera asimilar los debates que allí se hacían. Nunca me he arrepentido de esta decisión. Ahora tengo confianza en nuestra capacidad para aprovechar colectivamente un futuro en el que todos, mujeres y hombres, puedan vivir en armonía, con respeto y comprensión mutua. “, explicó. También reafirmó su solidaridad con todas las víctimas de la violencia: “ Pienso también en todas las demás familias afectadas por esta tragedia. Finalmente, pienso en las víctimas no reconocidas cuyas historias a menudo permanecen en las sombras. Quiero que sepas que compartimos la misma lucha. »
Un mensaje de esperanza, que nos recuerda que más allá del juicio, la lucha continúa. Si finaliza la secuencia judicial del caso de violación de Mazan, deberá proseguirse la profunda reflexión que abrió sobre las raíces de la violencia machista y sexual, sobre cómo tratarla y sobre la posibilidad de ponerle fin. En este sentido, si las reacciones al veredicto se centran en la evaluación de las penas, a veces consideradas insuficientes, numerosas posturas habían subrayado desde los primeros días del proceso que los 51 de Mazan no son monstruos a los que bastaría destruir. sociedad para resolver el problema de la violencia sexual: son “niños sanos” de un sistema profundamente patriarcal que incluye todas las instituciones, como la familia, la escuela, los medios de comunicación, el mundo del trabajo…
Un sistema del que forman parte las autoridades de la justicia patriarcal, que participaron en la “revictimización” de Gisèle Pélicot en el marco de su propio proceso, acusándola a veces de “swinger”, a veces de “alcohólica”, para subrayar la hipótesis según la cual básicamente, “ ella podría haberlo buscado un poco “. Estas autoridades contribuyen a la ilusión de que es posible poner fin a la violencia sexual apoyándose en el Estado. Sin embargo, la justicia es una institución que, si bien dicta sentencias a los acusados, es incapaz de abordar el problema de fondo. Su corolario, la prisión, es en sí misma un lugar de reproducción de la violencia sexista y sexual, que no permite ni rehabilitación ni disuasión. En este sentido, no hay garantía de que las sentencias dictadas por los tribunales impidan la reincidencia.
Si bien estamos encantados de que el juicio de Mazan haya podido ayudar a avanzar en la comprensión de la naturaleza sistémica de la violencia sexual, abordar y confrontar sus causas estructurales es la única manera de ponerle fin. En este sentido, en la década de 1970, activistas feministas del Liga de los derechos de las mujeres declaró: “ No es el encarcelamiento del atacante lo que cambiará su mentalidad y le enseñará que una mujer es un ser humano. En consecuencia, esta frase es inútil, ya que no hace nada por las mujeres y no cambia las mentalidades. La Liga, además, se niega a utilizar la institución penitenciaria. Esta solución sexista sin duda permite a nuestra sociedad deshacerse de un problema que ella misma creó fabricando violadores, pero es sólo una ilusión. » [1].
Un enfoque anticarcelario que tiende a perderse, en un momento en que el movimiento feminista exige un fortalecimiento del sistema penal para “reprimir mejor” la violencia sexual. Sin embargo, las feministas de la segunda ola tenían razón al señalar la hipocresía de un Estado que, al organizar “grandes juicios sociales”, enmascara su propio papel en la reproducción de la violencia sexual. La experiencia reciente demuestra que el endurecimiento del sistema judicial y las penas por la violencia sexual no permite frenarla. Por el contrario, año tras año, los feminicidios siguen aumentando y las ideas sexistas y masculinistas se refuerzan entre los hombres jóvenes, en el contexto de una crisis económica, social y política de la que el Estado y los empresarios son los primeros responsables.
Más que nunca, es urgente reconectar con un enfoque feminista anticarcelario construyendo una lucha independiente del Estado y sus instituciones, que ataque de raíz a todo el sistema capitalista y patriarcal para poner fin a la violencia sexual. Sin adoptar esta perspectiva, el profundo debate suscitado en toda la sociedad por el juicio por violación de Mazan corre el riesgo de llegar a un punto muerto.