¡Estás en la niña de sus ojos!
“Sí, quien te toca, toca a la niña de Mis ojos” Za 2. 12
La “niña” de tus ojos es frágil y si alguien quiere darte un puñetazo en la cara, instintivamente levantarás el brazo para proteger tus ojos. Es mejor sufrir una lesión leve y temporal en el brazo que un daño irreversible en los ojos. Dios hizo lo mismo para protegerte, levantando Su “brazo” para que no recibieras un golpe mortal.
Cuando Jesús murió en la Cruz, el “brazo” de Dios se levantó para recibir los golpes del pecado, como profetizó Isaías en el famoso capítulo 53: “¿Quién, pues, ha creído lo que hemos oído? El brazo del Señor, ¿para quién se ha revelado el favor?” (v.1).
Fue planteado para evitar que nos quedemos ciegos y nos perdamos la salvación. En otras palabras, si estás en la niña de sus ojos, estás protegido, tu salvación está asegurada y sabes cuánto te ama Dios y qué sacrificio está dispuesto a hacer por ti.
¿Le gustaría expresarle su gratitud por esta seguridad de la que se beneficia? Obedece sus mandamientos, guarda la verdad y camina a su lado: “Haz lo que te mando y vivirás.
Guardad mi enseñanza como la niña de vuestros ojos” (Pr 7, 2). Pero, ¿cómo llamamos a la “niña” de los ojos? En realidad, es la pupila, la parte oscura en el centro del iris que se expande y contrae para dejar pasar la luz. En el siglo XII se le llamaba endrina o ciruela pequeña, fruto del ciruelo, el ciruelo silvestre, por su tamaño y color. David oró así: “Guárdame como a la niña de tus ojos, escóndeme, protégeme bajo tus alas, a salvo de los malvados…” (Sal 17, 8). ¡Que esta sea nuestra oración para cada uno de nosotros hoy!
(La buena semilla)
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