Marruecos marcó un paso sin precedentes en sus relaciones con Israel al extraditar a un palestino acusado de actos de terrorismo. Esta decisión, que surge como parte de la normalización de las relaciones entre los dos países iniciada por los Acuerdos de Abraham en 2020, representa una primicia histórica. El ciudadano palestino en cuestión, Nassim Khalibat, de unos veinte años, fue acusado por Israel de participar en un ataque de 2021 en Nazaret. Según las autoridades israelíes, Khalibat colocó una bomba cerca de la oficina del Ministerio de Salud, en colaboración con su hermano y otro cómplice. Mientras estos últimos fueron arrestados y juzgados en Israel, Khalibat logró huir a Marruecos en marzo de 2022.
En enero de 2023 fue localizado y detenido en Rabat. Este arresto llevó a las autoridades marroquíes a informar a Israel de la detención de Khalibat, lo que dio lugar a una solicitud formal de extradición. Aunque Marruecos e Israel no tienen un acuerdo bilateral de extradición, esta solicitud fue aceptada después de varios meses de examen. En noviembre de 2023, un juez marroquí aprobó la solicitud israelí, allanando el camino para la entrega de Khalibat. Este último fue trasladado a Israel el 17 de diciembre de 2024, lo que marcó la primera extradición de un palestino por parte de Marruecos al Estado judío. La información fue revelada por el periodista español Ignacio Cembrero, quien confirmó la llegada de Khalibat a Israel en un tuit publicado ese mismo día.
Esta decisión provocó fuertes reacciones, tanto a nivel nacional como internacional. Varias organizaciones marroquíes de derechos humanos denunciaron esta extradición, argumentando que constituía un ataque a los principios de solidaridad con la causa palestina. Los activistas subrayaron especialmente que la extradición de un ciudadano palestino a Israel, un Estado a menudo criticado por su trato a los prisioneros palestinos, podría verse como una traición a los valores tradicionales de apoyo al pueblo palestino, profundamente arraigados en la sociedad marroquí.
Sin embargo, este asunto también refleja una evolución en las relaciones entre Rabat y Tel Aviv desde la firma de los Acuerdos de Abraham. A cambio de la normalización de sus relaciones con Israel, Marruecos obtuvo el reconocimiento estadounidense de su soberanía sobre el Sáhara Occidental, una región en disputa. Desde entonces, las relaciones entre los dos países se han intensificado, abarcando la cooperación económica, cultural y de seguridad. La extradición de Khalibat se inscribe en este marco, aunque plantea interrogantes sobre los límites de esta cooperación, en particular en términos de justicia y respeto de las sensibilidades locales.
Por parte israelí, esta extradición se considera un importante punto de inflexión. Los medios israelíes cubrieron ampliamente la llegada de Khalibat, destacando la colaboración sin precedentes entre los dos países. Israel ve en este asunto una prueba tangible de los beneficios diplomáticos de los Acuerdos de Abraham, al tiempo que insiste en la necesidad de llevar ante la justicia a los responsables de actos terroristas. El Ministerio de Justicia israelí dijo que Khalibat, si es declarado culpable, enfrenta una sentencia mínima de 15 años de prisión por su participación en el ataque de Nazaret.
Este caso también pone de relieve desafíos más amplios. La falta de un acuerdo formal de extradición entre Israel y Marruecos podría plantear cuestiones jurídicas en el futuro, en particular en relación con los criterios y mecanismos en los que se basan estas decisiones. Además, revela tensiones internas en Marruecos, donde una parte de la población sigue siendo crítica con la normalización de las relaciones con Israel, a pesar de los beneficios diplomáticos y económicos mostrados por el gobierno.
En definitiva, la extradición de Nassim Khalibat simboliza un importante paso adelante en la cooperación entre Marruecos e Israel, al tiempo que ilustra los complejos dilemas que debe afrontar el reino. Entre presiones internacionales, cuestiones políticas internas y la solidaridad histórica con la causa palestina, esta decisión marca un punto de inflexión histórico pero controvertido, cuyas repercusiones podrían sentirse mucho más allá de este asunto en particular.
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