– Anuncio –
Oriente Medio está presenciando un marcado retorno de las milicias armadas, apoyadas por potencias regionales o internacionales, que están reorganizando el equilibrio de fuerzas y amenazando la estabilidad de países ya frágiles. Estos grupos armados, que combinan lealtades ideológicas, confesionales o tribales, han surgido o resurgido gracias a colapsos estatales, guerras civiles o intervenciones extranjeras. En el Líbano, el impacto de esta dinámica regional es tanto más sensible cuanto que el país guarda la memoria de conflictos pasados en los que las milicias desempeñaron un papel central.
Milicias apoyadas por actores regionales
El resurgimiento de las milicias en Medio Oriente puede explicarse por el vacío dejado por los Estados debilitados o fallidos. Potencias regionales como Irán, Turquía, Arabia Saudita o los Emiratos Árabes Unidos, así como actores internacionales, explotan estas lagunas para expandir su influencia por poderes. En Yemen, por ejemplo, los hutíes reciben el apoyo iraní que les permite desafiar a la coalición liderada por Riad. En Irak, las milicias proiraníes dan forma al panorama político local, mientras que en Siria varias facciones han prosperado durante la guerra civil. Estas formaciones no estatales se convierten en palancas geopolíticas para su apoyo, sin que sea necesario un compromiso militar directo.
El Líbano y el peso de Hezbollah
En el Líbano, la presencia de Hezbollah ilustra la complejidad de la cuestión de las milicias. Hezbollah, que originalmente era una fuerza de resistencia contra Israel, se ha convertido en un actor político clave, equipado con un sofisticado arsenal militar. Durante mucho tiempo se ha beneficiado del apoyo logístico y financiero iraní, reforzado por la base de retaguardia siria. Sin embargo, la caída de Bashar al-Assad y el ascenso de actores como Hayat Tahrir al-Sham (HTS) han debilitado la profundidad estratégica de Hezbollah. El asesinato de Hassan Nasrallah, sustituido por Naim Kassem, más alineado con Irán, debilita aún más a este grupo. La pérdida de carisma y el alejamiento de un apoyo logístico complejo están modificando el equilibrio interno del Líbano.
El riesgo de una mayor fragmentación
Las milicias, con un fuerte apoyo externo, amenazan con empeorar la fragmentación política y comunitaria del Líbano. Podrían surgir otras formaciones si el Estado no es capaz de garantizar la seguridad, la justicia y la prosperidad. El sistema confesional, ya señalado como factor de parálisis, facilita el mantenimiento de estas entidades armadas dispuestas a defender sus intereses comunitarios. El país corre el riesgo de revivir escenarios pasados en los que milicias rivales se enfrentaron, cada una manipulada por una potencia extranjera que buscaba dirigir la política libanesa.
Múltiples interferencias e influencias
La proliferación de milicias en Medio Oriente ofrece a las potencias extranjeras una variedad de palancas indirectas. Están proliferando facciones apoyadas por Irán, Turquía, Arabia Saudita u otros actores. Cada uno busca controlar segmentos de territorio, rutas estratégicas o puntos de cruce transfronterizos. El Líbano, encrucijada natural entre el Mediterráneo y el interior, se convierte en el objetivo elegido. Las milicias, que compiten por el control de las redes de contrabando, áreas de influencia política o recursos, podrían desestabilizar aún más al país, que ya se encuentra en una profunda crisis económica y política.
Impacto socioeconómico
El regreso de las milicias amenaza la estabilidad económica del Líbano. Ya afectado por una devaluación masiva de su moneda, una fuga de cerebros y un empobrecimiento galopante, el país no puede permitirse un nuevo estallido de violencia. Las milicias, con su presencia armada, obstaculizan la reconstrucción, asustan a los inversores, socavan la autoridad del Estado y alimentan un clima de inseguridad permanente. El tráfico de armas, la corrupción y el establecimiento de estructuras redistributivas paralelas exacerbarían las tensiones sociales y comunitarias.
El ambiguo papel de Hezbolá después de Nasrallah
Después del asesinato de Hassan Nasrallah, una figura carismática, Hezbollah, bajo el liderazgo de Naim Kassem, parece más dócil hacia Irán y menos capaz de encarnar un proyecto nacional coherente. Esta transición interna debilita al grupo chií, que podría enfrentar rivalidades internas o el desafío de nuevas milicias que buscan afirmarse. El frágil equilibrio entre las fuerzas políticas libanesas se vería comprometido, lo que haría aún más probable el surgimiento de milicias rivales financiadas por otros actores regionales, dispuestas a aprovechar la situación.
Falta de un estado fuerte
El regreso de las milicias también puede explicarse por la ausencia de un Estado libanés fuerte capaz de monopolizar la violencia legítima. Las fuerzas armadas libanesas, mal equipadas, no pueden controlar todo el territorio ni enfrentarse a formaciones militares fuertemente armadas. Las milicias aprovechan el vacío de seguridad, reemplazando a veces a las instituciones estatales y brindando protección o servicios a ciertas comunidades. Esta dinámica fortalece sus raíces en detrimento de la autoridad estatal, alimentando un círculo vicioso donde la debilidad del Estado y la presencia de milicias se refuerzan mutuamente.
Perspectivas abiertas
El regreso de las milicias a Oriente Medio, síntoma de reconfiguraciones regionales y debilidades estatales, marca una nueva era de inestabilidad potencial. Para el Líbano, esta dinámica es particularmente preocupante. Ya debilitado por las crisis económicas, políticas y sociales, el país podría convertirse en escenario de enfrentamientos entre milicias apoyadas por potencias regionales con intereses divergentes. Sin un fortalecimiento del Estado, una revisión del sistema confesional y apoyo internacional, el Líbano corre el riesgo de presenciar una nueva fragmentación, donde cada facción armada servirá como instrumento geopolítico para actores externos que buscan remodelar el mapa de Medio Oriente.
– Anuncio –