La suerte de Bashar El-Assad, que huyó de Siria el 8 de diciembre para unirse a Moscú, y de su régimen, que acabó siendo derrocado diez días después por una deslumbrante ofensiva rebelde, “fue sellado en [samedi] 7 de diciembre en Doha”, en Qatar, escribe el sitio de la oposición siria Al-Jumhuriya.
Y esto, durante las reuniones entre representantes de Irán, Rusia y Turquía, involucrados en el llamado proceso “Astaná” –capital de Kazajistán– desde 2017 para una solución política en Siria, y “Socios árabes” al margen del Foro de Doha, una conferencia para el diálogo político internacional.
Antes de la ofensiva rebelde lanzada el 27 de noviembre, Moscú sabía que iba a tener lugar y que iba a lograr sus objetivos gracias a la “apoyo popular” de la que se benefició y el estado de las tropas del régimen sirio, escribe el periódico panárabe Asharq Al-Awsat. Ante esto, aconsejó al presidente sirio aceptar una “iniciativa política que abriría la puerta al diálogo con la oposición”. Simplemente no lo hago.
Moscú y Teherán abandonan a Assad
Cuando el grupo islamista Hay’at Tahrir Al-Sham (HTC) y otras facciones respaldadas por Turquía lanzaron la Operación “Disuasión de la Agresión”, Moscú
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