En 1977, tres años después de verse obligado a dimitir por el escándalo Watergate, el expresidente Richard Nixon emitió esta frase: “cuando el presidente lo hace, significa que no es ilegal”.
Por tanto, el inquilino de la Casa Blanca tendría todos los derechos. Pues bien, ayer la Corte Suprema de Estados Unidos casi validó esta teoría.
Tuvo que pronunciarse sobre la inmunidad reclamada por Donald Trump para escapar de un proceso penal por su papel en el asalto al Capitolio hace tres años. Y los jueces dictaminaron que un presidente podría tener una forma de inmunidad por “sus actos oficiales”.
Sólo no están cubiertos sus actos privados. Y en muchos casos, corresponde al tribunal de primera instancia definir qué está inmunizado y qué no.
Primera buena noticia para Trump: en este caso de intento de golpe de Estado que desembocó en el asalto al Capitolio, es casi seguro que el juicio no tendrá lugar antes de las elecciones de noviembre. Estaba previsto para marzo, pero el Tribunal Supremo se tomó su tiempo antes de decidir este debate sobre la inmunidad.
Ahora debería haber algún tipo de juicio previo para determinar las acciones reprobables de Donald Trump. Entonces probablemente sea demasiado tarde. Y mediante apelaciones, los abogados del republicano lograron posponer los demás juicios penales.
Además, esta decisión refuerza considerablemente los poderes del presidente americano. Y, naturalmente, esa es una perspectiva alentadora para un hombre que regularmente amenaza con vengarse de sus rivales si regresa a la Casa Blanca.
Donald Trump puede felicitarse por haber nombrado, cuando era presidente, a tres de los nueve jueces de la Corte. Seis son considerados conservadores y son estos seis magistrados quienes aprobaron la decisión de ayer.
Los tres progresistas defienden otro punto de vista. Para el juez Sotomayor, por ejemplo, el presidente ahora es “un rey por encima de la ley”. Estaría protegido por inmunidad si ordenara a las fuerzas especiales que asesinaran a un rival político o si organizara un golpe de estado para mantener el poder.
El presidente Joe Biden se pronunció anoche para denunciar una decisión que crea “un precedente peligroso”.
Los republicanos están pasando por un buen momento. En pocos días, la campaña cambió de naturaleza. A principios de junio, la brecha entre Biden y Trump se había reducido en las encuestas. El veredicto de culpabilidad de Trump por falsificaciones contables en el caso Stormy Daniels pareció perjudicarlo.
Luego estuvo este debate presidencial del jueves y la actuación preocupante, incluso calamitosa, de Joe Biden. Desde entonces, muchos estadounidenses, incluso en su propio bando, le han pedido que tire la toalla y nombre un sustituto.
El candidato a presidente demócrata, animado por sus seres queridos, su familia, se aferra a su silla. Contaba con la justicia para frenar el rumbo de su rival. Pero Trump ve así que los obstáculos legales desaparecen. Sin embargo, aún debe conocer su sentencia en el caso Stormy Daniels. El anuncio se esperaba la próxima semana. Hoy hemos aprendido que es posible un aplazamiento.
Como si todo se combinara para llevar a Donald Trump al triunfo en la convención republicana de mediados de julio.
