Cuatro días después de la marcha de Pat Gelsinger, obligado a retirarse forzosamente por el consejo de administración, los directivos de Intel intentan tranquilizar a los mercados financieros. El miércoles, su director financiero interino y codirector ejecutivo, David Zinsner, indicó que las previsiones de resultados se mantenían sin cambios.
Objetivos contradictorios para su sucesor
Más allá de estas perspectivas inmediatas, lo que interesó sobre todo a los inversores fue la estrategia futura de Intel. Y esto sigue siendo muy incierto. La búsqueda para nombrar un nuevo jefe está en marcha. Ya empiezan a circular nombres como los de Lip-Bu Tan, exjefe de Cadence Design Systems y exmiembro de la junta directiva de Intel (que abandonó en agosto tras un conflicto con Pat Gelsinger), y Matt Murphy, actual Director ejecutivo de Marvell Technology.
El futuro directivo no lo tendrá fácil, ya que Intel está registrando una caída en su facturación y se espera que registre su primera pérdida anual en casi 40 años en 2024. Sobre todo, tendrá que tomar grandes decisiones estratégicas, arbitrando entre dos objetivos aparentemente contradictorios: sostener a corto plazo la cotización de las acciones, que ha caído más de la mitad este año, y tener una visión tecnológica a largo plazo.
¿Hacia una escisión?
La cuestión principal se refiere al futuro de la actividad de fundición. Cuando llegó en 2021, Pat Gelsinger cuestionó el modelo de integración vertical que había hecho que Intel tuviera éxito, pero que desde entonces ha sido superado por el llamado modelo de subcontratación sin fábrica. Por tanto, quería producir en sus fábricas chips diseñados por otras empresas, dentro de la división Intel Foundry.
Para apoyar esta transición, Intel prometió invertir masivamente para abrir nuevas fábricas en Estados Unidos y Europa. Pero esta actividad tarda en despegar, a pesar de los contratos firmados con Microsoft y AWS para producir sus chips dedicados a la IA. La situación podría mejorar con la llegada, esperada para el próximo año, de un nuevo proceso de grabado, que debería permitir cerrar la brecha tecnológica con TSMC, líder del mercado.
En los últimos meses, la junta directiva y algunos inversores han estado presionando para separarse de Intel Foundry. Un escenario rechazado por Pat Gelsinger, que simplemente había aceptado crear una nueva estructura jurídica independiente, capaz de abrir su capital a otros inversores. Su salida forzosa podría reabrir este caso.
¿O hacia una venta?
Existen otras posibilidades. Por ejemplo, la venta de la filial Altera, adquirida en 2015 y especializada en componentes reprogramables. Una operación que podría generar alrededor de 20 mil millones de dólares, pronostican los analistas. O la venta de su participación mayoritaria en Mobileye, especialista en chips y software para coches autónomos. La empresa israelí, que cotiza en bolsa, está valorada en 95 mil millones de dólares.
Queda una opción mucho más radical: buscar un comprador para toda la empresa. En septiembre, Qualcomm habría investigado el asunto, sin ir más lejos. También se dice que Broadcom ha estudiado la cuestión. Una operación de este tipo podría ser la mayor jamás realizada en el sector tecnológico, más allá de la marca simbólica de 100 mil millones de dólares. También es probable que encuentre renuencia por parte de las autoridades de competencia.
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