Los habitantes del territorio de Isangi, situado a 125 km aguas abajo de Kisangani, están sufriendo graves consecuencias debido a las inundaciones que azotan la región desde el 15 de noviembre de 2024. El aumento de las aguas del río Congo ha paralizado las actividades cotidianas y perturbado la vida. en este territorio.
En el ámbito educativo, varias escuelas ya han cerrado sus puertas. Ante el aumento del riesgo de ahogamiento, los padres prefieren mantener a sus hijos en casa, suspendiendo así las actividades escolares, a veces incluso sin esperar una directiva oficial.
Justine Lifombi, residente de Isangi, informa que las aguas han comenzado a retroceder, pero el miedo persiste.
“Varias casas están destruidas. Es necesario rehabilitarlas o reconstruirlas y desinfectarlas para prevenir enfermedades transmitidas por el agua”, afirma.
En el ámbito sanitario, las infraestructuras médicas situadas a lo largo del río están inundadas, lo que imposibilita el acceso a la atención médica para muchos residentes. Las mujeres embarazadas, en particular, ya no pueden acudir a los centros de salud para consultas o cuidados prenatales.
A pesar de la magnitud del desastre, todavía no se ha proporcionado asistencia humanitaria a las víctimas.
“Estamos lanzando un SOS al gobierno provincial y nacional, así como a las organizaciones humanitarias, para ayudar a los residentes afectados por las inundaciones”, suplicó un funcionario estatal.
A nivel socioeconómico, las inundaciones arrasaron los campos, paralizaron los mercados y obligaron a los comerciantes a instalarse en las carreteras, transformando las avenidas en lugares improvisados de comercio. La escasez de productos agrícolas y de pescado ha provocado un aumento de los precios. Por ejemplo, un chikwangue grande se vende ahora por 1.500 FC en lugar de 1.000 FC, y un racimo de plátanos cuesta 10.000 FC, más caro de lo normal. Los residentes de pueblos periféricos, como Yafira e Imbolo, ya no pueden transportar sus productos al centro de Isangi, lo que acentúa la escasez en los mercados locales.
gabriel Makabu, en Kisangani