La película, adaptada de un cuento de Truman Capote, se convirtió rápidamente en un imprescindible del séptimo arte, hasta el punto de que, más de 60 años después, los cinéfilos la mencionan a menudo. Entre las muchas cualidades notadas por los espectadores, destaca la actuación interpretativa de Audrey Hepburn, que le valió una nominación al Oscar a la mejor actriz. Y, sin embargo, no fue a ella a quien inicialmente se le acercó para interpretar a Holly, sino a Marilyn Monroe. Cuando el ícono de los años 50 se negó, el director recurrió a la alegre morena. Una elección que resultó más que rentable. Pero si la actuación de Audrey Hepburn evidentemente causó impresión, la elegancia que encarna en la película se debe también a su vestimenta, un vestido largo negro ceñido al cuerpo que declinó de mil maneras durante el largometraje.
Una pieza de Givenchy
Este vestido legendario es una creación del diseñador francés Hubert de Givenchy, hecho a medida para Audrey Hepburn, con quien solía colaborar. El resultado es una pieza satinada de apariencia sencilla pero cuya originalidad se revela en la parte posterior, gracias a un ingenioso esquema de corte que le confiere todo su aura. La silueta de la actriz con este suntuoso vestido y guantes negros se ha consolidado en el imaginario colectivo como la personificación de la elegancia informal, magníficamente interpretada por Audrey Hepburn. Holly Golightly luce esta creación en muchas escenas de la película, pero los cambios de accesorios, principalmente las joyas, le permiten crear diferentes outfits basados únicamente en esta pieza central.
“Diamantes en el sofá” marcó la historia del cine, el vestido negro hizo lo mismo con el de la moda. Hay tres réplicas idénticas de la creación de Givenchy. El primero se conserva en la casa del diseñador, el segundo en el Museo del Traje de Madrid. El último, finalmente, se vendió en una subasta en 2006… al precio de 410.000 libras, o 608.000 euros. El dinero así recaudado se utilizó para financiar la construcción de escuelas en la India. Este precio de venta convierte al vestido en uno de los disfraces de películas más caros del mundo, prueba del impacto tanto de la película como de la propia prenda.