Poco a poco, los vecinos que tuvieron que huir de sus hogares bajo los bombardeos regresaron a sus pueblos y barrios. A pesar de los enormes golpes sufridos y la destrucción masiva, los partidarios del Partido de Dios están convencidos: han ganado la guerra.
El Líbano habrá temblado hasta el final. El martes 26 de noviembre, cuando los rumores sobre la conclusión de un tan esperado alto el fuego se hicieron más apremiantes, el ejército israelí aumentó en virulencia. Mientras imágenes de bombardeos desde Nabatieh, Tiro, Baalbek, Saida e incluso Naqoura inundaban la red, Beirut quizás estaba experimentando su peor día desde el inicio de la guerra.
Las incesantes órdenes de evacuación ya no afectaban sólo a los suburbios del sur, conocidos como Dahieh: poco antes del anochecer, varios distritos centrales de la capital se encontraron en el ojo del huracán.
Las escenas de caos que siguieron son difíciles de describir: atónitos, los residentes de Beirut abandonaron sus hogares en masa, provocando enormes atascos de tráfico. Al mismo tiempo, el Primer Ministro israelí confirmó la aprobación israelí de la propuesta de alto el fuego, prevista para la mañana siguiente a las cuatro. Fue a esa hora precisa, en mitad de la noche, cuando finalmente cesó el ruido de las bombas.
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