Editorial. París no vale una misa, Ajaccio sí

Editorial. París no vale una misa, Ajaccio sí
Editorial. París no vale una misa, Ajaccio sí
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FRançois tiene demasiado conocimiento político para no saber que crearía controversia. Visitar Córcega una semana después de la reapertura de Notre-Dame de París, a la que se negó a asistir, sólo podía plantear preguntas en Francia. Incomprensión. Frustración entre algunos. Incluso a pesar de que Ajaccio vale una misa, pero París no.

La oficialización del viaje “pastoral” (y no “de Estado”) del Papa a la ciudad natal de Napoleón el 15 de diciembre llegó tarde. Hubo que obligar a Emmanuel Macron a tragarse el rechazo de la invitación presidencial a París y su decisión de asistir inmediatamente a una conferencia en Córcega sobre la piedad popular en el Mediterráneo. Y aunque el Vaticano y el cardenal arzobispo de Ajaccio Mgramo François-Xavier Bustillo hace todo lo posible para desmentir la idea, es imposible no verla como una forma de desaire.

En Estrasburgo, en 2014, Francisco llegó al Parlamento Europeo sin poner un pie en la catedral alsaciana. En 2023, dijo que no vendría a Francia, sino a Marsella. Y en un momento en que Córcega dudaba sobre su estatus en la República, el Papa fue allí después de haber ignorado una vez más a París.

Por tanto, Emmanuel Macron se reunirá con el soberano pontífice en Ajaccio. No es que vayamos a Canossa pero casi

Por supuesto, es coherente consigo mismo. El jesuita argentino siempre prefirió las “periferias” a las capitales, especialmente las de países acomodados. Opuesto a toda “mundanidad”, Bergoglio consideró que no estaría en su casa de París, temiendo sin duda servir de adorno a un gran espectáculo, respaldar a los políticos o robar el show en Notre-Dame. Y podemos entender por qué prefirió ir a una isla de la Belleza históricamente ligada al Vaticano y donde la religión popular todavía está muy arraigada.

Pero Francisco no puede olvidar que él también es Jefe de Estado con las funciones que le corresponden. Emmanuel Macron, tragándose su decepción, se reunirá con el soberano pontífice en Ajaccio. No es que vayamos a Canossa pero casi. En cuanto al pueblo francés, lo practique o no, celebrará sin el Papa la felicidad de encontrar su catedral.

Pero Notre-Dame no es sólo de París. Ella es de Francia y del resto del mundo, y en particular de un Occidente cuyos cristianos nunca han necesitado tanta tranquilidad para ver reforzada su fe vacilante. Y si su Papa juzga que no lo necesitan, ni ellos ni todos los de todo el planeta que, creyentes o no, peregrinan a la Isla de la Ciudad, es difícil darle la razón.

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