Después de más de un año de conflicto, el ejército israelí enfrenta una crisis sin precedentes. Entre la fatiga de las tropas, los devastadores impactos familiares y las importantes consecuencias económicas, el país atraviesa uno de los períodos más difíciles de su historia.
“En el pasado, compaginaba mi carrera en la alta tecnología y mi vida familiar. Hoy tengo que aceptar desaparecer durante semanas, incluso meses”, confiesa Ari Krauss, un reservista de la Brigada de élite Golani. Como él, miles de soldados buscan cada tarde alguna red en las colinas de Gaza para ver a sus hijos por videoconferencia.
Las cifras son vertiginosas: 80.000 reservistas movilizados, familias destrozadas, carreras en suspenso. En este país de menos de 10 millones de habitantes, 350.000 ciudadanos han respondido al llamamiento desde octubre de 2023. Pero hoy, el entusiasmo inicial está perdiendo fuerza. La tasa de participación ha caído un 15% y ciertas unidades de élite están viendo disminuir su número.
El coste humano es terrible: más de 800 soldados perdieron la vida. Chava Landau Zenilman, viuda de un reservista asesinado en Khan Younes, testifica: “No podía dormir cuando él estaba en Gaza, temiendo a cada momento el golpe fatal a la puerta. Cuando llegó, quedé devastada, pero no Me arrepiento de cualquier cosa. Luchó por nuestros hijos”.
La economía israelí está tambaleándose. El crecimiento se desplomó un 2% el año pasado y se espera una nueva caída del 1,5% en 2024. Las pequeñas empresas están cerrando, las empresas emergentes están fracasando y muchas empresas están considerando abandonar el país.
“Siento que tengo que pedirle permiso a mi esposa para pasar un fin de semana en Las Vegas, cuando en realidad es para ir a luchar al Líbano durante semanas”, dice un miembro de las fuerzas especiales bajo condición de anonimato. De su unidad de 12 hombres, 7 se negaron a regresar. Sin embargo, algunos mantienen su compromiso, como Shmulik Moskovitz, consultor y padre de cuatro hijos, que pasó más de 250 días en el frente: “Somos el país. Sin nosotros, no hay Israel”.
Esta situación pone de relieve las limitaciones de un ejército que depende de reservistas para una guerra prolongada, especialmente porque la comunidad ultraortodoxa sigue en gran medida exenta del servicio militar, una cuestión que continúa alimentando tensiones dentro de la compañía israelí.