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En Barcelona, varios miles de personas se manifestaron este sábado contra el aumento de los precios de los alquileres. Las autoridades no consiguen regular los precios del mercado pese al descontento de los barceloneses.
Como miles de personas (126.000 según los organizadores) reunidas este sábado 23 de noviembre por la tarde en la plaza de la Universidad, en pleno centro de Barcelona, Helena agita llaves con el brazo en alto. Esta joven que vivió en Toulouse durante varios años se manifestó contra los precios de los alquileres. A sus 30 años, esta educadora social nunca ha vivido sola. “Vivo en un piso compartido con otras tres personas y pago 450 euros al mes por una habitación. Tengo mucha suerte. » Salvo que su salario apenas supera los 1.000 euros. Como muchos barceloneses, gasta entre el 40 y el 50% de su salario en alojamiento.
“La gentrificación, que es un problema en Barcelona y en la mayoría de las grandes capitales de Europa, me hace imposible vivir solo y planificar el futuro. Muchos de mis deseos y proyectos son imposibles de imaginar porque los salarios y los precios de los alquileres son incompatibles. No me imagino tener una familia ni vivir como me gustaría”;
En 10 años, los precios del alquiler han aumentado un 68% en Barcelona. Un piso se alquila de media por 1.200 euros al mes, cuando el salario mínimo es de 1.134 euros. Como resultado de este aumento de los precios, los jóvenes no se independizan antes de los 30 años.
« Estoy vendiendo mi riñón para pagar el alquiler”.
Los carteles que sostienen los manifestantes denuncian con ironía una situación cada vez más difícil de vivir. “Vendo mi riñón para pagar el alquiler”, se puede leer en un cartel. Adria, profesora de matemáticas de secundaria, escribió un eslogan en inglés: “Nómadas digitales, no sois bienvenidos en Barcelona”. “Escribí este cartel porque esta población sube los precios incluso más que los turistas”, explica el joven que paga 1.300 al mes con su pareja por un apartamento de 50 metros cuadrados. “Se trata de gente que viene del norte de Europa y de Francia en particular, con salarios del norte de Europa. Se instalan aquí, disfrutan durante unos meses de la “experiencia Barcelona” y no pagan impuestos. No podemos competir con sus salarios”.
Detrás de la ira de la multitud, hay toda una parte de la población que teme ser expulsada de su propia ciudad y que se pregunta por el futuro de una ciudad que corre el riesgo de perder su esencia. “Tengo dos hijos pequeños, siempre he vivido en Barcelona y veo que acabaré saliendo de mi ciudad”, lamenta Josep, informático. “Cuando las ciudades se convierten en lugares donde sólo pueden vivir los ricos, perdemos el carácter único de la ciudad”, explica Pol, un estudiante que vive con sus padres. “Me preocupa la identidad del Barcelona. Los comercios históricos son sustituidos por bares y negocios pensados para extranjeros. Ya no hay nada escrito en catalán ni en castellano. Todo está en inglés”.
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Ante este enfado creciente, las autoridades públicas han implementado controles de alquileres en Barcelona desde hace varios meses. Pero por el momento, la medida ha tenido el efecto de reducir considerablemente la oferta de alquiler. De hecho, la mayoría de los propietarios han transferido sus propiedades al alquiler a corto plazo, que no está sujeto a estas limitaciones. El gobierno catalán también ha anunciado la construcción de viviendas sociales. Pero hay un retraso considerable en este ámbito: el stock de alquiler público no supera el 2% en España mientras que en Francia asciende a casi el 16% de media.